El 23 de julio, alguien prendió el televisor y escuché una música que por su fuerza y su belleza me atrajo inmediatamente. Se trataba de la inauguración del monumento a Guayas y Kil, ubicado en el intercambiador de tráfico de la avenida Pedro Menéndez Gilbert, cerca al puente de la Unidad Nacional, en una de las entradas a la ciudad.

Se trataba de la cantata Guayas y Kil. Unos textos que narraban la leyenda que, como tal, no tiene base histórica, aunque el cacique Guayas sí existió, según algunos expertos en historia. Lo cierto es que los guayaquileños hemos incorporado a Guayas y a Kil a nuestra tradición, como el símbolo de nuestra realidad prehispánica que no queremos olvidar.

Pues bien, esa leyenda, en un texto de Édgar Cevallos, que esculpió el monumento, con la música de Rafael Cevallos y Martín Terán, era contada por un coro de ciento veinte voces coordinadas por Beatriz Gil, con la dirección coral de Enrique Silva y la participación de once solistas, todo con el respaldo de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil y la dirección de David Harutyunyan. Mientras al fondo el grupo de baile Satiricón, dirigido por Paula Ullauri, ilustraba con movimientos proyectados como sombras lo que se iba narrando.

La preparación general duró algo más de tres meses y la práctica de coros y orquesta, dos, dice Édgar Cevallos.

Pero lo que vi en televisión requería no solo de los talentos artísticos, sino también de un acompañamiento técnico adecuado. La iluminación fue muy importante en el efecto global, era de Prisma iluminaciones y el sonido nítido que había captado las voces y los instrumentos en toda su pureza tuvo la colaboración de Edson López. La transmisión fue de Ecuavisa.

Usted se estará preguntando, amigo lector, por qué menciono tantos nombres. La respuesta es porque lo que vimos y oímos allí fue excepcional y quienes participaron merecen ser mencionados como una muestra de lo que los ecuatorianos podemos lograr, trabajando en conjunto, sin disputar protagonismos, solo para que el arte y la cultura se incorporen a la vida de nuestra ciudad. Si se me escapó alguno, pido disculpas, son los que pude averiguar. Es grato agregar que algunos de los mencionados son muy jóvenes, como para romper el lugar común de que a ellos no les interesan las manifestaciones artísticas de la cultura.

Fue un acierto de la Municipalidad haber incluido la cantata en el programa de la inauguración del monumento. Es cierto que en la oferta municipal de cultura hay bastante y para todos, pero esto sirvió para mostrar la madurez alcanzada y justificar todo el apoyo público o privado que se destine a estimular estas expresiones, que si se muestran al público en general, como en este caso, cumplen con la tarea de invitar a apreciar la música y quien aprende a disfrutar del orden y la combinación de sonidos que producen esa armonía crece en un aspecto un tanto descuidado del desarrollo de las personas, el de la sensibilidad, tan importante para la convivencia social y la construcción de una vida.(O)