Tuve la oportunidad de leer por el Diario EL UNIVERSO la carta sobre un gatito callejero que fue adoptado por un morador de un sector residencial de Guayaquil, lo alimentó, cuidó y una mano perversa lo envenenó, la mascota murió y la persona que lo cuidó, lo sepultó en un parque de su ciudadela.

El sábado 9 de julio leí otra carta de lector, que alimentó y cuidó a nueve gatitos de dos meses, abandonados en un terreno. Estas historias tristes y tiernas a la vez, me conmovieron hasta las lágrimas. En octubre de 2015 vi llegar a medianoche a mis tres gatos tambaleándose, no pude hacer nada por salvar las vidas de los “mininos”, me sentí impotente, con rabia y lloré por mis amadas mascotas que habían sido envenenadas vilmente. Me alienta saber que por Dios, los animales (perros, gatos, etcétera) fueron creados (Gen. 1:25): “... por mandato divino Noé los puso a salvo del diluvio en el arca para que cada ser cumpla con su misión”.

Es hora de que la Alcaldía de Guayaquil y las autoridades pertinentes (Asamblea) pongan fin a tanto odio, tanto abandono a estos “pequeñitos” y emitan leyes drásticas a favor de estos; que todo perverso que mate, envenene, abandone, maltrate a los animales, sea castigado con dureza, y haya recompensas para las personas que informen de estas acciones viles. Enhorabuena las autoridades de algunas ciudades del país ya han tomado cartas en el asunto. (O)

Víctor C. Bastidas Morán, Guayaquil