Así se los denomina en inglés a la generación que nació bañada en bytes y que dentro de poco tiempo será mayoría en América Latina y el mundo. Han ingresado a un cambio de era dominado por lo digital, conducidos por una generación de analógicos que muy poco lleva ayudando a construir con ellos un mundo más previsible y menos incierto. Una generación que será la primera que en términos mayoritarios no superará a sus padres y que se enfrenta a una era del conocimiento brutal que genera la más difícil de las brechas por llenar y la que supera cualquier ideología: la de los que saben y los que no.

Mientras vivimos en este mundo real, en cambio, la empresa de un joven –que salió de Harvard porque la universidad no le respondía a sus reclamos vitales y fundó Facebook–, hoy, su valor de mercado supera en mucho el PIB de Ecuador y de varios países latinoamericanos juntos. Nosotros lamentablemente seguimos debatiendo la propiedad de la tierra, el tamaño del hato ganadero, la dependencia del norte y las miles de maneras de intentar justificar la incapacidad de responder a las grandes interrogantes del mundo. La política sigue mirando el dedo y no la luna que señala.

Y dicen algunos que solo estamos en el comienzo. La energía cambiará de origen y quienes dominaron el mundo desde el petróleo se quedarán sin precio ni mercado. La eólica y solar entre otros va a significar un cambio gigantesco no solo en el origen de la energía sino en la forma de administrar ese mundo. Alemania, un país industrial, prepara para dentro de una década una dependencia del petróleo menor del 40%. La robótica amenaza dejar sin empleos a casi mil millones de servicio doméstico, guardias de seguridad e inclusive perros. El sector más amplio y vulnerable de la economía lo será aún más en muy poco tiempo. De todo esto no hablan nuestros políticos cuya agenda está dominada por el pasado sistema de generación económica, organización del Estado y conformación de partidos políticos. El discurso de confrontación no alcanza y los enemigos reales o inventados están pensados de manera acelerada cómo adaptarse al tiempo que se viene sin buscar chivos expiatorios que expliquen la realidad. Las cuestiones del futuro son marginales en la preocupación del poder político que solo vive pensando en cómo sobrevivir desde el poder a un sistema resquebrajado y roto que amenaza con hacer fracasar por lo menos un par de generaciones si no buscamos respuestas eficaces a corto plazo.

Cuando el modelo de generación de energía cambia, todo lo conocido se altera. Ella no solo es la que mueve los vehículos sino la que marca y orienta las líneas de un sistema que cayó hace un buen tiempo, pero que algunos políticos pretenden vanamente mantenerlo inhiesto sobre el agravio, el conflicto y la polarización. Eso no sirve ni para distraer.

La generación X espera más cosas originales de la nuestra. Si no lo hacemos pronto, seremos padres de nuestros nietos y quizás deberemos hacer juicios de desalojo o desahucio a nuestros descendientes que no han podido encontrar respuestas a sus grandes interrogantes de sobrevivencia. Lo tendremos bien merecido. (O)

Nosotros lamentablemente seguimos debatiendo la propiedad de la tierra, el tamaño del hato ganadero, la dependencia del norte y las miles de maneras de intentar justificar la incapacidad de responder a las grandes interrogantes del mundo. La política sigue mirando el dedo y no la luna que señala.