Vale el acto fallido de quien escribió “Undidad” (por “Unidad”) en pancartas y banderitas para la reciente reconciliación de la llamada Convergencia Democrática por la Unidad el pasado 11 de julio, en Quito. El lapsus calami fue advertido solamente por la simpática presentadora de En corto, pues ninguno de los “convergentes” lo había notado. Como era previsible, los “undidos” no le dieron ninguna importancia al error. Sin embargo, el desliz y su desestimación por parte de sus autores son significantes, en un país en el que el discurso de los políticos ha devenido palabrería hueca, tanto que ni siquiera ellos se leen a sí mismos, además de que los electores ya no les creen ni los escuchan. El discurso político ecuatoriano es parloteo insustancial, venga de donde venga.

El discurso de la llamada “Unidad” representa esta ligereza, además de otro rasgo común a todos los movimientos opositores: están pegados con babas a expensas del anticorreísmo, que es lo único que los aglutina en este momento. Por un lado, es inevitable reconocer las realizaciones más evidentes del gobierno de Rafael Correa en la obra física: vialidad, edificaciones escolares, hospitales, hidroeléctricas y otras. Por otro lado, y en este momento, no tiene mucho mérito ni se requiere esfuerzo para darle con todo al correísmo por sus fracasos y excesos en otros campos. Pero más allá de las críticas contra los abusos y chapucerías de este gobierno, no hay, en la llamada “Unidad” ni en otros movimientos afines, ninguna propuesta definida y verosímil para la reactivación de nuestra economía.

En el fondo, la consigna opositora parece la habitual en nuestra política: “Primero ganemos y después ya veremos”. Así se juntan en una coalición los anticorreístas genuinos con los que tienen un pasado… correísta. Si aquello que se organiza alrededor de lo “anti” ya de por sí suscita interrogaciones, no se diga lo que convoca a los políticos “con pasado”. Porque a diferencia de las mujeres “con pasado” que pueden ser sabias, hermosas e interesantes, los políticos “con pasado” casi nunca lo son, y tarde o temprano algunos volverán a sus querencias. Ello confiere esa inconsistencia indisimulable a todos los movimientos que se juntan exclusivamente por la denostación contra Rafael Correa y su gobierno: “undidos” en la oposición, hundidos en la frustración, fundidos en la masa, confundidos en el abrazo…

“Así, partiendo de la convergencia contra el gran líder, los opositores derivan entre la fusión y la confusión”. Parece una línea sacada de un escrito de aquel colega columnista del diario El Telégrafo, quien tiene la inusual y envidiable habilidad de publicar cada sábado más o menos el mismo artículo, aunque cambiándole cada semana el título y el texto. Y no le falta alguna razón al colega correísta: igual que este gobierno, los opositores no tienen ninguna propuesta concreta, pragmática y realizable para sacarnos de la crisis económica en la que estamos sumidos, para generar empleos, para favorecer nuestra productividad y exportaciones, para atraer inversiones y para sostener la dolarización. Porque además de esta carencia fundamental, el resto es puro blablá, equivalente a la misma retórica barata que le atribuyen al gobierno. Entonces, ¿cuál precandidato tiene realmente una propuesta? (O)