La posibilidad de que el actual presidente se anime a postularse nuevamente a la reelección y entendiendo que la resolución del ente constitucional seguramente se allane a la decisión final del mandatario, ha abierto la discusión en el sentido de que si es efectivamente Rafael Correa, o en su lugar Lenin Moreno, el candidato que asegure las mayores posibilidades de victoria electoral en la próxima lid presidencial, toda vez que al menos de acuerdo con las mediciones de las encuestas, el oficialismo solamente puede exhibir esos dos nombres como reales contendores en el camino hacia el poder.

Las muestras de los índices de popularidad y aceptación dan fe de aquello, pero aportan un dato adicional: Moreno ofrecería una mayor expectativa de victoria que Correa, al menos por ahora, lo cual se comprueba con una reciente encuesta que exhibe datos reveladores, toda vez que las cifras demuestran que de presentarse Moreno, triunfaría en la primera y segunda vuelta, en esta última en una simulación con Guillermo Lasso; igual ocurre cuando el candidato es Rafael Correa, quien de acuerdo con tales proyecciones también ganaría en la primera vuelta, sin embargo, no correría igual suerte en la segunda, en la cual se vería superado por el candidato Lasso. Hay que reconocer que en este tema de las encuestas hay que ser cuidadosos, ya que a la falta de prolijidad se suma el grado de alineación política que algunas encuestadoras mantienen, a lo que se debe sumar el hecho de que todavía hay espacios para sorpresas en los siete meses que restan para las elecciones en febrero.

Sin embargo, hay otro dato revelador medido también por las encuestadoras sobre el cual existen significativas coincidencias, cómo es la percepción ciudadana respecto a la situación actual que atraviesa el país; en ese sentido, es notoria la impresión general que existe acerca de la crisis económica con un porcentaje del 66% de encuestados que considera que el país va por mal camino, mientras que un porcentaje incluso mayor sostiene que el país necesita cambios en lo político. En esa línea, nadie debería dudar de que el acentuamiento progresivo de la crisis debilitará las aspiraciones de los candidatos oficialistas, más allá de las variaciones que un cálculo político de ese tipo puede suponer. Una cosa es seguir pregonando las virtudes de la supuesta década ganada y otra, muy distinta, explicar el masivo deterioro de los indicadores económicos.

La crisis económica tendrá, por lo tanto, una influencia decisiva al momento de revisar las posibilidades electorales, pues de una u otra manera incide de forma notoria en el ánimo y perspectiva del elector, con mayor razón si se advierte que los efectos de la referida crisis serán más notorios en el segundo semestre del año. Eso no quiere decir, de ninguna manera, que el candidato oficialista tenga las de perder, pero es notorio que en esta ocasión la campaña se le hará cuesta arriba. ¿Ya era hora? (O)