El brexit refleja no otra cosa que el descontento ciudadano por modelos de gestión política alejados de la ciudadanía. Es evidente que esta decisión tendrá un importante impacto no solamente en Inglaterra y sus naciones asociadas –pudiendo incluso llevar al Reino Unido a una desintegración parcial o total– sino en la Unión Europea como un todo.

Pero ¿qué lleva la disconformidad de algo más de la mitad de la población de Gran Bretaña con la UE? Podríamos encontrarnos frente a un descontento masivo que dirige a la población en contra de los partidos políticos tradicionales, desmantelamiento de la institucionalidad política y social tradicional y desafío a las directrices económicas tradicionales.

Traducido a inglés americano: el fenómeno Trump y quizás en francés el Frente Nacional. Cabría identificar que el perfil de quienes apoyan estas tendencias sería similar a quienes votaron en el referéndum a favor del brexit.

Tal vez los ciudadanos están cansados de los discursos políticos que plantean soluciones intelectuales complejas, modelos de integración económica supranacional que resuelven y deciden desde lejos lo que se debe aplicar dentro de un país –sin contar con sus nacionales a quienes afecta– y políticos con sus políticas ajenas al sentir y necesidad popular real. La entelequia democrática, sin duda el mejor modelo de gobierno hasta ahora, se ha venido alejando del sentir popular, dando paso a quienes valiéndose de dicho sentir plantean opciones fantasiosas tras las cuales va sin mayor análisis cierta colectividad defraudada.

¿Cuáles son los eventos detonantes que llevaron a esta catarsis? Entre ellos la inmigración, desde mi óptica no como un fenómeno xenofóbico, sino económico. El resultante de la movilidad humana sin mayor restricción termina en que los nacionales pierdan las plazas de empleo más básico a manos de extranjeros eventualmente dispuestos a aceptar menores pagos y a quienes los sistemas de salud y seguridad social nacional deben también soportar. En definitiva, una cuestión económica que lleva a percibir erróneamente a la inmigración como la responsable de muchos de los males sociales.

Este fenómeno podría ser una constante en el vuelco hacia la extrema derecha populista y nacionalista que ya se llevó la delantera en Gran Bretaña y está tomando fuerza en USA y Francia. Es algo como: todo lo que tenemos y trabajamos es para los nacionales, no queremos subsidiar guerras ajenas, problemas económicos de otros países ni a ciudadanos de otras partes, tampoco acatar reglas externas. Es un sentir contra lo externo y las élites políticas nacionales identificadas con el establishment: el clamor es por un vuelco a lo interno.

Cabe replantearse si la visión integracionista de grandes supraestados es realmente aplicable o si la idea supera a la realidad. O más bien, ¿cuáles son las mejoras urgentes a tomarse para que estas uniones jueguen en equilibrio comunidad supranacional-comunidades locales?

El mensaje es claro, no se debe descuidar al ciudadano por la colectividad, así como no se debe privilegiar una minoría o grupo por sobre el bien de toda la comunidad. Los estados deben integrarse en el concierto internacional sin descuidar sus propios intereses nacionales ni excederse en privilegios a ningún sector por sobre el beneficio de todos. Delicado y difícil balance. (O)