Recientemente asaltaron a mi hijo en un bus urbano tres sujetos... ¿y qué pasó con el “transporte seguro”?; no lo sé, jamás le dio auxilio autoridad alguna.

Cada día en las calles veo adictos y pandilleros por doquier; también maltrato a la mujer, al anciano, al discapacitado, a quien se le cruce en la calle a personas avasalladoras que por su prepotencia creen que aquí pueden hacer lo que les da la gana. Lo peor es que tenemos dos opciones: callar o denunciar, para ver si alguien actúa para lograr una sociedad más justa; cosa que, opino, no sucede ni sucederá con esta impunidad.

En los barrios, el tendero tiene su propio sistema de ganancia, sube el precio cuando quiere, calibra la balanza a su beneficio, entre otras estrategias de la “viveza criolla”.

Pago el Seguro Social para ser atendido dignamente, pero llevo dos años pidiendo cita médica y aún no aparece el especialista; ojalá lo encuentre antes de morir.

Podría seguirme quejando pero los lectores seguro se cansarán; por eso como solución solicito a las personas competentes, aquellas que tienen poder, que abran plazas de trabajo, que se eduque a la comunidad, que las iglesias, templos, fundaciones, profetas y salvadores colaboren por un cambio social.

Todos los días enseño a mis hijos a servir y no a servirse, porque nuestra responsabilidad es la humanidad. (O)

Víctor Javier Vega Carriel,
Licenciado en Comunicación Social, Guayaquil