En Ecuador, a partir de los años noventa del siglo anterior, la planificación estratégica se convirtió en una de las herramientas gerenciales más utilizadas en organizaciones privadas y públicas. Esta forma de actuar plantea la necesidad básica de fijar objetivos futuros como primer paso en toda programación. A través de procesos de reflexión los líderes descubren-construyen una visión que define y orienta el quehacer corporativo interno y externo, requiriendo que se deriven de esa declaratoria, en cascada, objetivos generales y específicos, actividades, responsables y sistemas de seguimiento y evaluación. Algunos pensadores gerenciales de esa época, como Stephen Covey con su obra clásica Los 7 hábitos de las personas altamente eficientes o Joel Barker, conocido por sus videos gerenciales sobre paradigmas, pioneros de paradigmas y visión de futuro, posicionaron la idea de comenzar con el fin en mente y la de construir una visión positiva del futuro como los pasos iniciales y necesarios de una metodología organizacional diseñada para alcanzar de manera eficiente resultados previamente definidos.

Este tipo de planificación produce resultados positivos. Sin embargo, asumida linealmente, puede convertirse en una metodología estrecha y limitante sobre todo para la creatividad y la imaginación que son características indispensables tanto en la ruptura de paradigmas como en los avances que puedan darse ya sea en el campo de la ciencia como en cualquier tipo de emprendimiento. El connotado filósofo Karl Popper, en su libro Lógica del descubrimiento científico, defiende esta posición al sostener que quienes logran progresos en ciencias lo hacen por una serie de factores entre los cuales la intuición –forma de comprensión meta racional– juega un rol decisivo. No se trata del ejercicio de una liberalidad absoluta frente a la metodología, por el contrario, se plantea que es necesario estar en ella respetando disciplinadamente cada uno de sus pasos, manteniendo, eso sí, latentes la intención y la posibilidad de innovar proponiendo criterios y ejecutando acciones que permitan transformar lo existente.

Esta forma de relacionarse con el mundo proviene de la ciencia y también es atributo de artistas, filósofos y, claro, de la gente común. Tratar de determinar el futuro y establecer caminos rígidos para llegar a él no es lo más sensato, pues la vida está llena de circunstancias imprevistas. Hoy, la teoría de la complejidad y la teoría del caos, originarias de las matemáticas, plantean que la incertidumbre y el caos creativo son elementos intrínsecos a la realidad, coincidiendo de esta manera con la sabiduría precientífica descrita en textos como los del taoísmo o del budismo. El camino –el tao– debe ser asumido y vivido, pues ahí se generan las mayores posibilidades de perfeccionamiento individual y colectivo. Una historia japonesa nos permite ilustrar lo dicho… un grupo de personas practicantes del arte marcial del tiro con arco o “kyudo” recibe en un momento de su diario entrenamiento una exhortación de su “sensei” para que el alcanzar el blanco con sus flechas no se convierta en obsesión, advirtiéndoles que ellas por sí mismas lo harán si los arqueros cumplen naturalmente con el ritual y los pasos físicos y espirituales de su rutina de adiestramiento. (O)