Nada acerca tanto a la irracionalidad que perder la posibilidad de seguir mandando. La cercanía al fin obnubila al poderoso y le hacer perder el control de todos sus actos. Los griegos hablaban de eso con el nombre de hidris, que algunos la califican como “la enfermedad del poder”. La gran pregunta es si ella ha pasado de ser una dolencia circunstancial a una forma de vivir y de entender una realidad imposible de ser transformada. Por ejemplo, ¿cómo es posible que bajo el criterio de racionalidad un país como Venezuela pueda seguir siendo gobernado por Maduro? Solo el delirio y sus manifestaciones pueden prolongar la agonía de un régimen que se está llevando consigo las esperanzas de millones de venezolanos. Los vecinos ni se dan por enterados. Las organizaciones regionales, fuera de la OEA, no acusan recibo y con ello lo único que justificamos es que el “realismo mágico” es crónica periodística pura y cotidiana.

La irracionalidad que hemos visto en el manejo de las crisis de Argentina, Venezuela o Brasil tiene demasiado de lo peor del subcontinente y una notable incapacidad de salirse con una solución institucional. Lo han probado algunos, pero cuando los resultados le son adversos buscan subterfugios para sostenerse a como sea. Evo Morales ha perdido un referéndum sobre si continuar o no en el poder y desilusionado por el resultado ahora amenaza con uno nuevo. Su socio y protector Maduro se opone a uno de carácter revocatorio porque está seguro de que incluso los miembros de su familia votarán en su contra. Han destrozado todas las instituciones; solo les queda sostenerse en el delirio. Cuanto más radicales e irracionales sean, mejor para ellos pero... peor para el país.

Nuestro subcontinente está transformando en algunos países la realidad en un cuento surrealista y delirante. Puede dar muchas páginas para un escritor avezado, pero para quienes padecen a gobiernos delirantes la misma solo muestra los peores signos de decadencia y marginalidad.

No estamos bien porque la política se resiste a entender la nueva lógica. La que surge de este cambio de era donde los medios de comunicación e internet han vuelto poderosos a los ciudadanos que reclaman gobiernos parecidos a las nuevas tecnologías: abiertos y transparentes. Se resiste el establishment que todavía cree que los tiempos son fáciles de manejar como cuando vivíamos en la lógica mecanicista.

No hay más calvario que el de un país gobernado desde el delirio. Hay que recobrar urgentemente la racionalidad que nos permita reconstruir instituciones arrasadas por gobiernos irracionales cuyo único objetivo era mantenerse en el poder a cualquier precio. Y eso no va más.(O)