Por: Santiago J. Bucaram

Existe un consenso entre diversos analistas, el manejo irresponsable de las finanzas públicas, por parte del Gobierno de la Revolución Ciudadana, es la causa de los problemas económicos del Ecuador. Siendo esto así, la solución es sencilla: esperar a las próximas elecciones y votar por otro grupo político que cambie el rumbo del país. Simple, ¿no? De hecho, muy simple como para ser verdad, a tal punto que hay quienes creemos que no será posible. Por el contrario, nuestra hipótesis es que el comportamiento del Gobierno es un síntoma mas no una causa, y que sin importar quiénes ganen las próximas elecciones, ellos están condenados a repetir las taras del Gobierno actual, porque el ecuatoriano exige a sus gobernantes “populismo y rentismo”.

Como muestra de este argumento, hay que escuchar atentamente las promesas electorales de los candidatos presidenciales para el 2017. Ninguno presenta un plan de acción concreto para salir de esta crisis. Por el contrario, tienen la misma actitud demagógica de ocultar a la población una realidad que cada día se torna más incuestionable: que los meses venideros serán duros y las soluciones reales y sostenibles exigirán sacrificios dolorosos por parte de todos los ecuatorianos.

Otra prueba de esta preferencia por el populismo/rentismo es el comportamiento del sector empresarial. Por ejemplo, el 19 de mayo el Comité Empresarial Ecuatoriano se pronunció en contra de las últimas reformas tributarias que impuso el Gobierno después del terremoto. Sin considerar lo acertado o no de su reclamo, sorprendió semejante despliegue de valentía. Lo que nos lleva a cuestionar, ¿dónde estaban estos empresarios cuando años atrás el Gobierno despilfarraba los recursos fiscales extraordinarios producto del boom petrolero? Esta disonancia pudiera reflejar que en Ecuador existió un proceso de adicción simbiótica, en la que el Gobierno era adicto al petróleo y los empresarios adictos al gasto público, lo cual refuerza nuestra hipótesis de la existencia de rentismo en la economía ecuatoriana. Otra muestra de la ambivalencia del sector empresarial es que justifican sus reclamos a las reformas tributarias arguyendo que estas afectan la eficiencia del mercado, un argumento contradictorio al de octubre de 2015 cuando se opusieron vehementemente a la eliminación de subsidios distorsionantes.

Pero no solo los empresarios exigen un comportamiento populista/rentista por parte del Gobierno, sino también predomina esta idea en los hogares. Para demostrarlo, en 2013, Latinobarómetro encontró que el 54% de los ecuatorianos encuestados creía que el Gobierno es como un padre, que debe decidir lo que es bueno para todos.

En vista de esto, recomiendo que la próxima vez que empresarios y hogares se quejen del Gobierno, recordemos a Jean-Jacques Rousseau, quien nos enseñó que para vivir en sociedad los individuos establecen un contrato social implícito por medio del cual reciben ciertos derechos y privilegios a cambio de conceder ciertas libertades. Por ello, si aspiramos a vivir en una sociedad más libre, implicaría establecer un nuevo contrato social que redefina el rol del Estado ecuatoriano limitándolo; porque mayor libertad individual significa menor intervención estatal (incluso en épocas adversas en las que existe la tentación de pedir subsidios, proteccionismo y control de precios), pues no se puede tomar té y silbar a la vez. (O)