¡Qué repetida que estuvo la martesina! Digo, porque fue una sabatina, pero en martes. Otra vez con público, con cantos y con tarima. Y con banda. No pues con banda de música, sino con banda presidencial que estaba cruzada sobre la camisa étnica del excelentísimo que, en un arranque de sinceridad, confesó que de esas tenía solo dos. ¡Pobre! Qué descamisado que ha sido. Si está de que antes de irse a Bélgica se mande a hacer otras dos, por lo menos. Y que se lleve la banda, porque el que le sucede puede creer que la banda viene con dictadura incluida.

Lo cierto es que el excelentísimo estuvo con el tema del ahorro. ¿Sí se dieron cuenta? Casi al principio dijo que si los 16 millones de ecuatorianos contribuimos con un centavo diario durante los 365 días del año, podemos ahorrar 60 millones, con lo cual se podrían construir no sé cuántas escuelas, no sé cuántos hospitales. Solo con un centavo diario, imagínense, podríamos tener una cantidad muchísimo mayor de lo que él se gastó en un solo día en su martesina, que costó solo 60 mil dólares. O sea casi gratis. Es que ¡cómo ahorra!

Como estaba con la taranta de la plata, dijo que él ganaba poquito. Y así mismo ha de ser, si tiene solo dos aviones étnicos. Ay, no, dos camisas quise decir. Lo que no dijo es cuál era el sueldo de otros funcionarios, como el del rector de Yachay, por ejemplo. O de esos muchos otros que tienen a toda su familia enquistada en cargos públicos.

Pero si el pobrecito tiene solo dos camisas, corre a cargo del Estado el pago de decenas de guardaespaldas que no le desamparan. Y cuando viaja al exterior, va con un séquito para el que se necesitan dos aviones: uno en el que va él y otro que le va siguiendo, llenecito de invitados. Dijo también que, como no le gusta el lujo, ha cambiado las vajillas y los muebles de la presidencia, porque él es bien ahorrativo. Así mismo, como aumentó a treinta y pico el número de ministeriotes y creó cientos de institucionsotas con siglas imposibles, ahora va a suprimir unas cuantas subsecretaritas, embajaditas y viceministeritos, porque, luego de diez años, se ha dado cuenta de que resultan innecesarios. ¡Cómo ahorra!

Lo que más me gustó fue el momento en que, después de hablar sobre el ahorro, dijo: “seguiremos derrochando esperanza”. ¡Ay, ojalá! Porque la esperanza es lo único que le queda por derrochar, una vez que ya derrochó mil doscientos millones en la refinería de El Aromo y mil ochocientos en la refinería de Esmeraldas, derrochó en la vía Collas que es la más cara del mundo, o en el aeropuerto de Santa Rosa. Por derroche, no le ha faltado, como se puede ver ahora en la publicidad que derrocha para hablar de lo mucho que hacen él y el Glas por las víctimas del terremoto. Ah, pero esas publicidades creo que no son gastos sino derroche de esperanza, ¡qué alivio!

Lo demás de la martesina ya sabemos: vivimos en el mejor país del mundo, sin violencia, sin funcionarios ladrones, con justicia independiente, con prensa corrupta, con educación, con salud, con carreteras, con hidroeléctricas, todo lo cual nos demuestra que esta ha sido una década ganada. Y cierto es eso: ¡Cómo han ganado los de la revolución ciudadana derrochando esperanza! (O)