“Rezo para que a usted le vaya bien, jefe; si a usted le va bien, nos va bien a todos”, palabras sabias de un cercano empleado.

En el mundo, lamentablemente, siempre habrá ricos y pobres. Fidel y Raúl Castro no tienen tarjetas de racionamiento; Maduro y Cabello no están en filas para comprar víveres; Kim Jong-un de Corea del Norte come opíparamente, mírenlo. Sin embargo, sus pueblos viven una pobreza generalizada. La igualdad existe solo en los derechos básicos que todo humano tiene. El Estado solo debe procurar igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos; la educación y la salud no pueden ser un lujo y deben estar al alcance de absolutamente todos; vigilar que exista justicia económica en las remuneraciones y garantizar que el fruto del esfuerzo del que se sacrifica, arriesga y destaca es para él y su familia, no castigarlo; propender la convivencia y unión de los ecuatorianos; que existan más ricos y no más pobres. El mensaje a la nación fue una amenaza, volvimos a escuchar que se divide al país, se excita al odio con el fin de obtener votos. La historia juzgará. Dolarizados. Hoy más que nunca el país necesita capital. Ecuador debe ser un país amigable al capital no solo para atraerlo, sino para evitar que se vaya, que se esconda. El mensaje presidencial promete los dos impuestos que suspenden la inversión y propenden la salida de capitales. El impuesto a la herencia incita a invertir en cualquier parte, menos en Ecuador, a sacar dinero y enviarlo lejos del alcance del SRI. El impuesto a la plusvalía dice claramente no inviertas en bienes raíces, que son las inversiones a largo plazo. Ahuyentan capital, inversión. Como despedida parecería que pasan estas leyes que causan éxodo de capital, reducción de masa monetaria, y dejarían al próximo gobierno una salida forzosa de la dolarización; ese es el “amor” al país. (O)

Gustavo Echeverría Pérez, avenida Samborondón