El Informe a la Nación del presidente de la República, que todos los años se realiza el 24 de mayo, a partir de la revolución ciudadana se ha convertido en una suerte de fiesta partidaria en la que los afines lucen sus mejores galas y celebran un año más del poder total acumulado en torno a su gran líder.

Desde la entrada triunfal en Hummer camuflado, con los granaderos de Tarqui a caballo y los men in black corriendo a su lado, hasta el ingreso apoteósico a la alfombra roja, endulzado por la ovación de los frenéticos asistentes que no escatiman palmadas para recibirlo.

En esta ocasión no hubo Hummer, ni granaderos, ni caballos. Desconocemos si fue por austeridad, por cambio de estrategia publicitaria o por algún otro motivo.

La ya tradicional y extendida lectura (con tono de declamación) que la presidenta de la Asamblea hace, como abreboca a la intervención del presidente, que hace siempre temblar a los ricos (que no quieren comer mierda), en esta ocasión tuvo un ingrediente premonitorio, cuando en un lapsus se autodenominó presidenta de la República. La inmediata corrección arrancó las risas del público que, como siempre, va preparado para acoger con alegría cualquier cosa que se diga en tan magno evento.

Ya en el plato fuerte de la mañana, el presidente pronunció su acostumbrado discurso, de varias horas y muy intenso, en el que repitió su visión del país, de la oposición, de su revolución, y en general, de cómo gracias a él y sus conmilitones la patria nació en enero de 2007.

De lo bien que ha manejado la economía, de la inversión social, del crecimiento sostenido y de las promesas de campaña cumplidas.

Como en el pasado informe, anunció nuevos impuestos y justificó los recientes, culpando a la abrupta caída del precio del petróleo y al terremoto que sacudió al país el 16 de abril.

Fue un discurso emotivo, especialmente cuando reconoció, para lágrimas de muchos presentes, que este sería su último mensaje a la nación, pues en mayo de 2017 habrá un nuevo presidente. Que necesita descansar del Ecuador, y que el país necesita descansar de él.

La teoría del descanso se confirma con las recientes encuestas publicadas por la firma Cedatos, que reflejan una sostenida caída de los índices de popularidad del presidente, así como de su credibilidad; los niveles más bajos en estos más de nueve años de gobierno.

¡Vaya que necesitamos descansar!

Para mayo de 2017, Rafael Correa habrá gobernado el Ecuador por 10 años, 4 meses y 9 días consecutivos.

Más tiempo que ningún otro gobernante en la historia del Ecuador. Y con el precio del petróleo más alto de la historia.

Ya veremos en qué condiciones entrega al país. Ya veremos si todo lo que nos dicen se confirma a partir de mayo de 2017.

Sin duda, Rafael Correa está de salida, y con él, la revolución ciudadana. Como va la economía del país, y esa necesidad mayoritaria de “descanso” que tenemos los ecuatorianos, el próximo presidente será el que canalice el descontento popular, que irá creciendo con el paso de los meses.

Si Rafael Correa llegó al poder, capitalizando el voto antipartidocracia, el próximo gobernante llegará capitalizando el voto antiCorrea.

Nada es eterno. Ojalá los políticos lo recordaran siempre… (O)