Anteayer, el presidente se dirigió a la Nación desde la Asamblea Nacional, para rendir cuentas del quehacer de su gobierno en el periodo 2015-2016. Sin embargo, se refirió al trabajo de nueve años, a los que llamó reiteradamente “la década ganada”, y anunció algunas medidas que ayudarán a manejar el déficit fiscal, como apertura a capitales privados, liquidaciones, fusiones, ventas, supresión de entidades. Defendió varias veces la eliminación de los fondos de emergencia. Reconoció que tiene deudas pendientes: la revolución cultural, la desnutrición infantil y la morbilidad materna, y anunció que en el año de gestión que se inicia trabajarán duro para reducir la pobreza y para el desarrollo urbano, y que enviará a la Asamblea, nuevamente, los proyectos de ley de herencia y de plusvalía.

Y pensando en la próxima contienda electoral dijo que proponía “un gran pacto ético en la República. Es decir, rechazar a los candidatos que tienen capitales en los paraísos fiscales”, se quedó bastante corto en cuanto a las necesidades éticas del país.

En resumen, la intervención del presidente no sorprendió, más vale sirvió para mostrar una vez más que su lectura de la realidad que vivimos no coincide con la de muchos ecuatorianos. (O)