Pareciera que las promesas mentirosas al votante también acarrean castigo a las organizaciones políticas en Estados Unidos, especialmente a los políticos experimentados. Esto explicaría la aparición del outsider Donald Trump y su casi segura nominación como candidato republicano a la Casa Blanca. El multimillonario y mediático Trump incluso empieza a sonar como ganador de la Presidencia. Entre los vaticinadores está Jeff Gundlach, el nuevo gurú de las finanzas.

Mientras me preguntaba “¿cómo se trepó la tortuga al poste?” (expresión surgida en Chile cuando ascendió al poder Michelle Bachelet) e intentando entender la aparición rampante de Trump en la política estadounidense, encontré la crítica del activista conservador Christopher R. Barron, publicada en The Guardian. Barron invita a mirar dentro del propio Partido Republicano, concretamente las encuestas posteriores al resultado de las primarias. La mayoría expresó sentirse traicionada por los políticos republicanos.

Para el analista, la media del votante republicano fue engañada durante años, por tanto, tiene derecho a considerarse traicionada por los políticos republicanos y en términos generales por el movimiento conservador. Las bases recibieron promesas sobre la agenda conservadora, que los políticos sabían que no cumplirían. Menciona como ejemplo que para aprobar la Ley de Salud Asequible (Obamacare), los demócratas necesitaron un presidente en la Casa Blanca, mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. Sin embargo, los políticos republicanos y grupos de defensa conservadores, desesperados por los votos y los dólares, en las últimas elecciones prometieron derogarla (por conllevar dispendiosa subvención, obligación de contratar seguro médico o pagar multa), aun conscientes de que no podían cumplir esa promesa, pues en esa ocasión no se elegía presidente. Es que para lograrlo tenían que ganar la Casa Blanca, ganar 60 escaños del Senado y el control de la Cámara de Representantes. Con los escaños no fue suficiente y no fue derogada la ley Obamacare, tampoco se redujeron el gasto, impuestos ni burocracia. Es decir, solo se agregó un eslabón a la cadena de la desconfianza.

Otros observadores estiman, en la línea de Barron –alguno situado en el lado demócrata–, que las bases republicanas han optado por conseguir su objetivo con un outsider, quien no ha mostrado claramente pertenecer en esencia a las filas republicanas. Lo consideran oportunista, buscando su conveniencia y además impredecible, pues en el pasado cercano hizo al menos tres donaciones importantes a instituciones demócratas; y, de llegar al poder, haría lo que se le ocurriese (¡que familiar es esto en nuestro país!). Las bases escogieron a un vilipendiado por la élite que ostenta el poder, un ejecutivo de negocios de hablar contundente y políticamente incorrecto, que sacó provecho de la ira y sentimientos de traición, para buscar la nominación presidencial del Partido Republicano.

Trump también ha hecho promesas dudosas, como construir una pared fronteriza y que la pague México. De otras se retractó implícitamente, como la campaña antiinmigrante, en el momento que expresó que ama a los latinos y que los latinos lo adoran, aunque el 87% de latinos en Estados Unidos tiene una opinión desfavorable de él.

Andrés Oppenheimer asegura que los latinos salvarán a Estados Unidos de Trump. Veremos. La práctica del todo vale solo da resultados temporalmente… en todas partes. (O)