‘Vine, vi, vencí’. La frase hizo historia. Su contenido, real o leyenda, perdura. Cuatro horas de batalla fueron suficientes para que Julio César se proclamara vencedor: fue oportuno, supo lo que debía hacer y lo hizo, fue eficiente. Con un grupo de vecinos de La Milina, cantón Salinas, recordamos a Julio César mientras regresábamos de la parroquia Tarqui, en la ciudad de Manta. Alguien dijo: ‘Vimos, entendimos, ahora comprendemos’.

La buena vecindad no es utopía, tampoco espontánea. Es resultado de mil acciones pequeñas que la irrigan y abonan. Un buen día nos encontramos, extraños de entrada, recelosos, conocidos después. Los meses y los años cambian la identificación de conocidos por la de vecinos cuando se decide abandonar el encapsulamiento inicial para adentrarse en una comunidad donde se comparten experiencias y se ponen en la mesa aspiraciones comunes. Esto pasó y está sucediendo con los moradores de La Milina. Empezamos a pensar en los demás. Creemos que podemos sumar las bondades de nuestras individualidades. Los saludos que intercambiamos, los problemas que debatimos en busca de soluciones, la salud de los amigos, los cumpleaños son el aceite que alimenta el fuego de una cercanía cálida. No estamos todos, aún. El amor y la comprensión no se conquistan con prisas. Cuando llegan es menester estar atentos para no dejarlos ir. La Milina tiene un comité barrial, legalmente constituido, pero además tiene un grupo de moradores vinculados por un chat, que día a día, hora tras hora, escarba necesidades y fabrica soluciones.

Un vecino propuso y se hizo. Vamos a Manabí. Llevemos algo, no podemos ir con las manos vacías. Se llenó el cupo de carga y pasajeros. Cien fundas se encargaron de llevar sentimientos y aspiraciones. Contactos van, contactos vienen. Escogimos la obra salesiana, en la parroquia Tarqui, zona castigada duramente por el siniestro. El colegio San José debe ser demolido al igual que la iglesia parroquial. La parroquia civil debe volver a nacer. Estuvimos en el epicentro de la catástrofe. Fuimos, vimos, comprendimos: eso nos pasó. Pisando escombros, viendo manos alzadas, lágrimas en rostros maduros, escombros y edificios que deben demolerse comprendimos la magnitud de la catástrofe. En verdad, solamente cuando nos fuimos a Manabí y vimos lo que había sucedido, empezamos a comprender la cruda realidad. Regresaremos pronto a Manabí, con mejor conocimiento, con mejores disponibilidades. Prometimos difundir lo visto y vivido; además, contagiar al resto de vecinos de similares inquietudes.

‘Veo, entiendo, ahora comprendo’ es la cosecha del martes 26 de abril. Ahora comprendemos mejor la magnitud del terremoto. Manta fue tomada por sorpresa. En el suelo yacen sueños, esfuerzos y también irresponsabilidades. La parroquia Tarqui, fortín de la comunidad salesiana, ha sido destruida casi en su totalidad. ¿Es posible que todos los exalumnos salesianos del Ecuador nos propongamos, con nuestro aporte, reconstruir el colegio San José? El tiempo, tan esquivo, lo dirá. Para dar gracias siempre hay tiempo. ¡Exalumnos salesianos, alerta! ¡Juntos sí podemos!

“Siempre se debe preferir el bien general al particular. Nuestro beneficio particular no debe tomarse en cuenta cuando se trata del bien común”, san Juan Bosco. (O)