Juan Falconí Morales

Los desastres naturales afectan directamente el desempeño social y económico de los países. En Ecuador miles de compatriotas enfrentan un futuro incierto, solo modulado por la solidaridad de la sociedad, lo que en ningún caso confiere certidumbre alguna de largo plazo. Ello depende de muchos otros factores. En lo económico, ya el desempeño de los denominados “fundamentales”: crecimiento económico, saldo de las cuentas públicas, de la balanza de pagos, inflación y empleo, salarios, mostraba un marcado deterioro, que se agudizó con la revisión de las expectativas de crecimiento que en fecha reciente hizo el FMI (-4,5% para 2016, -4,3% para 2017).

La reconstrucción nacional, si se hace de forma transparente y seria, tomará largos años, requerirá un alto financiamiento y demandará sobre todo un real cambio de orientación del modelo económico. Ya desde hace tiempo enfrentaba el país dos problemas fundamentales: los riesgos del sistema monetario; y, la improvisación en la conducción de la política fiscal. Enfrentar lo primero supone estimular por vías diversas el ingreso de divisas: más exportaciones, más inversión extranjera, más oportunidades de negocios que permitan al Ecuador acceder a los mercados internacionales y dinamizar la economía nacional. Lo segundo, implica definir una política de gasto por prioridades, junto a un esquema de acceso al financiamiento externo transparente y claro y una simplificación de la política impositiva.

La presunción, por cierto, no puede sostener la adopción de medidas tributarias por urgentes que sean, peor bajo “justificaciones” que solo aparecen en la emergencia. Hay que hacer estimaciones serias y definir acciones en el marco de un Plan de Emergencia Global, que debe respetarse estrictamente. Cada acción que se adopte tiene efectos sobre el Gobierno, trabajadores y empresarios; tiene asimismo efectos sobre las expectativas de los damnificados y la reactivación de las zonas afectadas por el siniestro.

En este marco se inscribe la negociación de acuerdos comerciales. No logro entender hasta ahora la oposición de ciertos grupos al Acuerdo Multipartes con la Unión Europea. Queremos exportar más, pero ponemos barreras. Los propios planes de desarrollo explicitan la importancia de “sustituir” importaciones, al tiempo que reiteran la necesidad de más exportaciones. Este es un contrasentido: para desplazar las importaciones hay que tener más calidad. Para eso hay que ser más productivo y eficiente. Y esto es responsabilidad del Estado y de empresarios y trabajadores.

Las exportaciones crecientes apoyan el crecimiento económico. Los países que han logrado insertarse exitosamente en el mercado internacional logran también objetivos deseables desde el punto de vista social: creación de empleo, ingresos y demanda y en consecuencia reducción duradera de la pobreza. Los países que más exportan son los que más crecen; los ejemplos de algunas naciones del Asia, y de Chile, lo confirman. Pero esos resultados se logran tras la aplicación de políticas consistentes durante largos periodos y, sobre todo, bajo el denominador común de la continuidad y, una vez más, de la persistente búsqueda de la institucionalidad.

Disciplina macroeconómica, economía de mercado (¡regulado siempre!) y apertura al mundo fue en esos países la trilogía puesta en práctica para la consecución de tales resultados. Una vez más, es necesaria una agenda precisa, con objetivos de largo plazo, mecanismos por la institucionalidad y mercados transparentes, en un marco de políticas sociales que asegure mayor equidad distributiva.

La apertura solo es exitosa si hay una mayor planificación del desempeño macroeconómico, bajo metas definidas ex ante. Una apertura descoordinada a nivel de la aplicación de políticas puede ser muy perjudicial, sobre todo en las circunstancias coyunturales.

La política económica del Estado debe plantear metas de aumento de las exportaciones a mediano y largo plazos, no solo de bienes sino también de servicios, que son más del 60% del PIB. Debe concienciarse al sector privado de que ya no es posible sustentar ese crecimiento en políticas proteccionistas y en subsidios permanentes. Este proceso debe iniciarse desde ahora, sin postergación.

Pero también los enfoques público y privado deben cambiar: hay que favorecer la proactividad. La negociación comercial moderna es diferente de la del pasado: entonces, se dice, los países aceptaban pasivamente la asignación de productos y mercados que derivaban del desmonte de aranceles y otras barreras. La coyuntura obliga, demanda un cambio radical de esta visión restringida.

Los acuerdos comerciales ofrecen oportunidades: incluso la presión externa puede estimular cambios internos por la eficiencia. Es hora de ratificar el Acuerdo con la Unión Europea. Cabe estudiar el ingreso a la Alianza del Pacífico. Importa reactivar el mercado andino, urgentemente. Auscultar posibilidades con Estados Unidos. En fin, abrir el país al exterior, en perspectiva de “seguir el mundo” y no mirarlo desde la cueva.

El desarrollo de modelos exportadores ha ido aparejado de: i) un rol central del Estado como incitador y transmisor de señales inequívocas de que es conveniente invertir en actividades exportadoras; ii) la aplicación de políticas comerciales permanentes, estables y consolidadas; iii) el aumento de las inversiones en desarrollo tecnológico y capital humano y el aprovechamiento de las ventajas comparativas y competitivas; iv) el acceso a mercados objetivo; v) un claro apoyo a las Pymes; vi) una infraestructura adecuada; y, vii) nuevamente, un entorno macroeconómico estable.

Esto es vital para reconstruir el país. Más allá de prejuicios de cualquier tipo. Como decía Einstein, “Triste época la nuestra. ¡Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio!”. ¿Será? (O)

Los países que más exportan son los que más crecen; los ejemplos de algunas naciones del Asia, y de Chile, lo confirman. Pero esos resultados se logran tras la aplicación de políticas consistentes durante largos periodos y, sobre todo, bajo el denominador común de la continuidad y, una vez más, de la persistente búsqueda de la institucionalidad.