Mal acostumbrados hemos estado al creer que los desastres naturales solo ocurrían en otros lados y éramos inmunes. Hoy nos ocurre a nosotros. La naturaleza no avisa.

El desastre ha invadido de dolor a mucha gente que rompe su relación con la palabra y solo alcanza a responder desde la angustia. Los psicólogos estamos atendiendo a estos pacientes desesperados, invadidos por el dolor y el temor de que vuelva a ocurrir otro terremoto...; psicólogos voluntarios nos convertimos en depósitos de dolor para darles, al menos por un tiempo, un poco de tranquilidad. No vamos a cambiar el mundo ni a borrar esto de la historia. Lo que sí podemos, es brindar soporte emocional que contribuya a la estabilidad y recuperación de los afectados. La solidaridad de nuestra gente y el servicio de múltiples profesionales (médicos, rescatistas, psicólogos, periodistas, etcétera) es admirable. Ha tenido que ocurrir una tragedia de tal magnitud, para que desde diversos organismos y espacios de la sociedad le den más importancia al trabajo psicológico. Ahora nos necesitan, este es el momento en el que estamos llamados a seguir sirviendo. Pero no nos dejemos llevar por el entusiasmo de ayudar, eso a veces dificulta la visión; acudan únicamente los que consideren tener la suficiente estabilidad emocional. Pocos son los psicólogos que atravesaron por un proceso de análisis/terapia personal durante su formación y por ello no cuentan con estabilidad psíquica necesaria en estos momentos. No es momento para rivalidades, es momento para servir, buscar alternativas de solución. Procuremos permanecer cerca de nuestros seres queridos para poco a poco superar este evento. (O)

Christian Arias Toscano, psicólogo clínico, Guayaquil