Después de que la cámara de diputados dio paso a la apertura de un juicio político a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ella dijo: “Tengo la fuerza, el espíritu y la valentía para luchar contra todo este proceso hasta el final” y con ese convencimiento parece dispuesta a buscar apoyo dentro y fuera de su país. En la reciente reunión para firmar el acuerdo para combatir el calentamiento global, aprovechó la oportunidad para hablar de lo que considera un golpe de Estado, en su contra.

Su suerte y la posibilidad del fin de una era de 30 años de democracia en Brasil dependen de que 41 senadores voten a favor de que se abra un juicio político en su contra, acusada de presunto uso ilegal de dinero de bancos públicos para encubrir el déficit fiscal.

No está acusada de beneficio personal de dineros públicos, sin embargo las pruebas de la corrupción en su entorno han sido suficientes para afectar su popularidad y la confianza de muchos de los que apoyaron su reelección y bien podrían llevarla al fin de su vida política. La lucha contra la corrupción debe ser frontal, implacable y eficiente.(O)