La semana pasada, la izquierda latinoamericana sufrió un durísimo golpe político cuando su figura más importante, el emblemático Luis Inácio Lula da Silva, fue involucrado de modo directo en la trama de corrupción de la empresa estatal Petrobras. El gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), con la sucesora de Lula a la cabeza, pende de un hilo. El domingo, movilizaciones gigantescas en las principales ciudades del país, donde la consigna era la destitución de Dilma Rousseff, añadieron presión social al pedido de enjuiciamiento político que se tramita en la Cámara de Diputados.

Crisis económica por un mal manejo, sobre todo de la política fiscal, y corrupción son los dos elementos que carcomen el prestigio del PT y ponen en severo riesgo la continuidad del Gobierno. No es el único movimiento o partido dentro del llamado giro a la izquierda de América Latina que enfrenta dificultades parecidas o peores. En Venezuela, el giro vive un fin dramático, apocalíptico, con un país al borde de una crisis humanitaria por la falta de alimentos y medicinas. Imposible imaginar una élite gobernante –oficialmente el Partido Socialista Unificado de Venezuela– tan incapaz, irresponsable e inmoral en el manejo del Gobierno. Argentina vive una transición complicadísima después de la derrota del kirchnerismo, con una economía obligada a una serie de ajustes simultáneos para revertir la crisis cambiaria, el déficit fiscal, la inflación, y la hipertrofia burocrática del Estado. Además, sobre la expresidenta y colaboradores más cercanos pesan acusaciones de incrementos patrimoniales injustificados: solo el de la familia Kirchner pasó de 7 millones de dólares en el 2003 a 64,6 millones en el 2014.

Ecuador vive una crisis económica derivada de un shock externo, sin duda, pero también de un largo despilfarro de los recursos estatales y de un desequilibrio económico global que dejó un sector privado debilitado, desmovilizado, sin inversión, para enfrentar la crisis. Y Bolivia, con Morales a la cabeza, vive hoy un escándalo por tráfico de influencias de una examante suya, designada gerenta comercial de una empresa china con contratos por 500 millones de dólares con el Gobierno. Ya antes el gobierno del MAS se vio sacudido por escándalos ligados al uso de los recursos de un Fondo Indígena.

En todos estos casos converge un mal manejo de un ciclo económico de prosperidad, denuncias de corrupción, aspiraciones de enriquecimiento de personajes cercanos a los presidentes y ambiciones de ascenso social ligadas a un espíritu que los marxistas llamaban pequeño burgués. Basta un ejemplo enorme: el vicepresidente de Bolivia, a quien la izquierda latinoamericana tiene como uno de sus intelectuales más respetados, fue el centro de un matrimonio apoteósico en La Paz parecido a cualquier boda real europea.

De todos los pecados de la izquierda, la corrupción, los afanes de enriquecimiento y de ascenso social a cualquier costo, son insalvables. Destruyen el mito de ser, por razones puramente ideológicas, por creerse lejana a los vulgares y mezquinos vicios capitalistas y burgueses, portadora de una ética superior. Acostumbrada a liderazgos personalistas muy fuertes, que se ponen por encima de la ley y las instituciones, la izquierda ha generado alrededor de sus superhéroes redes de poder inmorales que carcomen su prestigio y credibilidad. (O)