Más que lo que redacto importa lo que ustedes escriben, pues con los años se ha creado un lazo bastante particular con quienes me entregan sus opiniones semana tras semana. El 29 de enero, cuando inicio el presente artículo, reviso mi correo electrónico. Fuera de una mayoría comentando lo del “periodista corrupto” se colaron unos mensajes especialmente impactantes. Son dos lectoras que me confían su tristeza, la una me habla de su padre golpeado por un tumor al cerebro, la otra me comenta que su hijo se encuentra en coma por una razón parecida. Son momentos en que tomo conciencia de la necesaria solidaridad. Mi esposa murió de leucemia; un ser muy allegado a mí falleció, hace poco, en una clínica de Cuenca. El vacío que deja cualquier ser amado, así como lo canta Alberto Cortez, no se puede llenar ni con las aguas de un río. Frente a la página blanca mido la ineficacia de las palabras.

El cáncer se anida en cualquier parte del cuerpo, puede ser el páncreas (Rocío Jurado), el útero (Rocío Dúrcal), los pulmones y la garganta (Jacques Brel, Gilbert Bécaud, Serge Gainsbourg, Sandro), los riñones (Miguel Gallardo), el hígado (Johannes Brahms, Manolo Otero). Fuera de todo contexto político admiré la valentía con la que León Febres-Cordero enfrentó sus múltiples enfermedades, fue operado de los pulmones, del corazón, de la carótida, los ojos, la vejiga, la pierna derecha. La vida es aquel milagro que nos sorprende cada mañana. A menudo se encuentra el destino en el camino que se toma para evitarlo: aquella frase se volvió proverbio. Pregunto a menudo a mis entrevistados si quisieran conocer la fecha exacta de su muerte, casi todos prefieren ignorarla, pues yo quisiera saber el día y la hora para poder despedirme de mis amigos, terminar de realizar lo que tengo en proyecto, serenarme al aceptar mi destino.

Entonces Cynthia, no sobreproteja demasiado a su padre. Me parece acertado, como usted lo cuenta con tanta ternura, que lo deje ir al banco, sentarse en el parque, comer su encebollado en la calle. Aquella ternura me conmovió porque soy sensible a estos detalles. En cuanto a usted, dolida madre que no se aleja de la cama donde su hijo se halla en coma, siga usted hablándole al oído como lo hice cuando compartió aquel estado mi amigo Federico Gagliardo. No descarto que ciertas ondas secretas puedan ser efectivas cuando escogen los chaquiñanes del amor.

Un tumor en el cerebro es como un ataque socavado a todas nuestras facultades. Soy escéptico desde los calcañares hasta las cejas, pero creo con firmeza en el poder de la ternura; ignoro si existe otra vida después de esta, pero sé que los caminos del amor pocas veces suelen extraviarnos. Tenemos el tiempo justo para desarrollar sentimientos que nos vuelvan más humanos, y después de todo, es probable que la muerte sea solamente un sueño largo así como el sueño puede ser una muerte corta. Despertar cada mañana, oler el aroma del café recién molido es un privilegio fuera de serie. (O)