La semana pasada señalaba los shocks que el país requiere para estabilizarse y crecer: fiscal, jurídico, inversión privada, apertura externa y financiero. Pero, en el futuro, se necesitan otros para tomar una ruta de desarrollo sólida.

1) Shock mental, de actitud, cultura. Involucra muchas cosas. Por ejemplo, dejar de creer que existen líderes mesiánicos que resuelven nuestros problemas (la Revolución Ciudadana empeoró esto, y es más grave que sus daños económicos), los gobiernos solo generan entornos positivos y apoyan a los que tienen menos oportunidades, pero la gente construye sus senderos. Por ejemplo, ser individuos con derechos y responsabilidades, pero tener conciencia social que permite ejercerlos plenamente, como en el caso del tránsito: cuanto más uno respeta a los demás, mejor puedo ejercer su libertad de transportarse y disfrutar. Por ejemplo, aceptar que debemos ser una sociedad de derecho (basada en normas construidas colectivamente), no de derechos (cada uno exigiendo cada vez más a los otros).

2) Shock de independencia. En la política: entre Ejecutivo, Legislativo y justicia. En la economía entre un gobierno con reglas que lo limiten, un sistema de planificación con mecanismos para pensar el futuro no para trazar caminos obligatorios, y un sistema monetario no manipulable (ya tenemos la dolarización).

3) Shock en las políticas sociales. El empleo vía productividad como primer paso esencial. Luego, ampliación de oportunidades a todos, en campos fundamentales como salud y educación. Y finalmente (al menos) ordenar el sistema de seguridad social que no puede seguir acumulando enormes costos futuros. Pero la generación de riqueza, no la redistribución, debe ser el eje de la acción colectiva.

4) Shock educativo. Basado en diversidad (no la uniformización a la que ahora tendemos), competencia, creatividad, la posibilidad legal de ensayar otras maneras de educar (hay quien escogerá las más tradicionales y quien buscará algo diferente) y maneras más flexibles de armar cada carrera educativa (sobre todo en las universidades, también lo contrario de lo que hoy se impone).

5) Shock en ciencia y tecnología. Los empresarios y los académicos deben estar conscientes de que la innovación, juntos y con enfoque de atender necesidades reales, permite el desarrollo. Innovar no es solo pensar en tecnologías complejas, sino nuevos procesos, pequeños pasos, nuevas maneras de mirar lo antiguo, adoptar y adaptar lo existente, mantenerse conectados al mundo. Y sobre esa base producir bienes de mayor valor agregado, más allá del petróleo. Pero todo eso requiere una sociedad que empuje a tomar riesgos y premie a quien lo haga, pero además prepare a la gente a un mundo de mayores cambios, donde seguirá habiendo muchos empleos pero diferentes (no preocuparse con esa idea muy repetida pero errada de que las nuevas tecnologías solo destruyen empleos).

Todo esto en un entorno con constantes desafíos (siempre los hay, y usted planteará otros, estimado lector). Cambio climático. Agua. Ciudades del futuro. Avances médicos. Impactos culturales entre tecnología y sociedad. Surgimiento de nuevos países y nuevos poderes. Corrupción… Y sobre todo, el eterno dilema tan complicado del ser humano frente a sí mismo y en sus relaciones con los demás… Nosotros mismos somos el mayor desafío. (O)