Sentada en el asiento del metrobús, miraba por la ventanilla sin comprender lo que pasaba. Por las aceras cercanas al Mercado Central, en medio del ajetreo de cientos de transeúntes, un policía joven avanzaba lentamente por la vereda, mirando el piso, y dos hombres a su lado con las manos puestas sobre sus hombros. Pensé que los llevaba esposados por la espalda. Cuando observé detenidamente, vi a dos hombres ciegos guiados por el policía hasta llegar a la esquina, atravesar la calle y dejarlos seguros en la parada a la espera de su transporte. Ese gesto dice mucho más que los eslóganes de Policía amiga, Policía cercana y todo lo que el marketing pueda inventar. Era sencillamente auténtico, sin poses, sin siquiera una foto que testimonie la acción.

En la Metrovía se ha hecho costumbre que las personas con discapacidad, embarazadas, personas con niños pequeños, adultos mayores encuentren rápidamente asiento, sin reclamos, sin aspavientos. No solo en los asientos reservados para ellos, sino en todo el transporte.

Miembros de la Comisión de Tránsito del Ecuador salvaron a un despistado oso perezoso de morir aplastado en una carretera y los bomberos de Guayaquil rescataron a Niña, una perra enterrada en el lodo del estero Salado.

Estamos rodeados de hermosas realidades en las que las relaciones con las personas y la naturaleza se cuidan, no solo hay malas noticias.

¿Qué nos mantiene sanos y felices mientras avanzamos en la vida? Es la pregunta que se formuló un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard en 1938. Robert Waldinger es el cuarto director de esa investigación que comenzó con preguntas a 724 varones (no preguntaron a mujeres…) y ha seguido sus vidas a lo largo de todos estos años, desde la adolescencia hasta la adultez. Unos 60 hombres de los 724 del principio siguen con vida y participan aún de la investigación, y ahora están estudiando a los más de 2.000 hijos de las personas iniciales. Puede ser el estudio más largo de la vida adulta en la historia. Las decenas de miles de hojas de esa investigación, que no comprende solo preguntas sino informes médicos, historias clínicas, entrevistas, llegan a una conclusión muy clara.

Según Waldinger, el mensaje más nítido de todo el estudio es que no es el dinero, ni la fama, ni el trabajar mucho lo que hace a la gente feliz. Son las buenas relaciones las que nos hacen más felices y saludables. Las conexiones sociales nos hacen bien y la soledad mata, y esto no tiene que ver con la cantidad de amigos que se tengan, sino la calidad de las relaciones más cercanas.

Vivir en medio del conflicto es muy malo para la salud, vivir en medio de relaciones buenas y cálidas da protección, y protege al cerebro y se envejece mejor.

Lo esencial es poder contar con el otro, no que no se tengan tropiezos y discrepancias con ellos, pero saber que están allí cuando se las necesita da una enorme calidad de vida.

Cuidar de las personas, la familia, los amigos es laborioso. Es un tejido que hay que recomenzar todos los días. Y quizás eso es lo que hace que no las cultivemos, a pesar de que desde siempre ese mensaje ha sido transmitido de generación en generación. Que los estudios lo corroboren solo lo reafirma. (O)