Había comenzado a escribir, ayer, sobre los compromisos adquiridos e incumplidos por ciertos padres de familia que tienen a sus hijos en escuelas o colegios particulares. Me recordaba aquella sentencia pacta sunt servanda (los acuerdos deben respetarse) y otras cosas más. De pronto dejé este tema para otro día, porque me dije: ¡qué hago ahora dirigiéndome a esos padres que con su doloso proceder están dando a sus hijos un mal ejemplo, repudiado por quienes aún mantienen el honor como un valor, la honradez como una virtud y el engaño como un vicio detestable! Cuando la ‘viveza criolla’, la irresponsabilidad y el descaro anidan en un ser humano, la sociedad está en peligro, máxime, cuando sus autoridades alimentan tales engendros. ¡O tempora, o mores!

Molesto, me percaté de que el carnaval estaba ya en la mira de muchos ecuatorianos para olvidarse de las penas y migrar hacia puntos de reunión, oportunamente planificados; entonces, abandoné mi propósito inicial. Así nace este texto, amigas y amigos de EL UNIVERSO. Pretendo, temeroso de ser reiterativo, participarles vivencias familiares morlacas. Es hermoso compartir afanes, preocupaciones y también jolgorios familiares.

Los ecuatorianos, en estos días de ‘carnestolendas’, optan por diversas formas de vivir un feriado ‘devengable’: algunos trabajan porque este es un momento muy especial para sus negocios. Imposible entender un feriado sin gente que atienda los requerimientos y exigencias de un pueblo; es obvio, esta gente trabaja y muy fuerte, tanto en el ámbito público como privado. Un buen grupo decide permanecer en su lugar de residencia para descansar, atender necesidades caseras, visitar o recibir a familiares y amigos. No pocas veces la carencia de recursos impide movilizarse a otras provincias y regiones, no digamos fuera del país.

Muchos ecuatorianos decidieron un buen día aprovechar el feriado de carnaval para conocer mejor el Ecuador: sus costumbres, su topografía, su gente, su gastronomía, etcétera; esta decisión incrementó el turismo organizado y creó, como respuesta, la presencia de formas, estilos e infraestructura hotelera. Para incentivar este fenómeno social se armaron tres o cuatro feriados largos en el año, con notable éxito. Al ecuatoriano le gusta divertirse; si para esto debe endeudarse, lo hace, sin pensar demasiado.

Mis carnavales, ustedes lo saben, paso junto con mi familia, en Cuenca. Por allá, la niñez y la juventud crecen sin miedo al agua. El sábado 6 estaremos en El Valle, en una pequeña finca que ya sabe de nuestros gustos. Los viejos, siendo parte de una especie en extinción, miraremos los toros de lejos. A las 09:00 se declara la guerra. A las cinco de la tarde, llueva o haga sol, los ejércitos deponen sus armas, concluye la batalla campal. La tregua impone sus reglas.

Cascaritas, mote pata, sabrosos cuyes, draques para que ‘no patee el cuchi’, dulce de higos y agua a discreción son ‘pretextos’ que cimentan el amor familiar y la decisión de perpetuar costumbres que cohesionan con invisibles ataduras humanas.

“Un hombre se puede equivocar muchas veces, pero no se convierte en un fracaso hasta que empiece a culpar a otros por sus propios errores”, John Burroughs . (O)