El ser que tienta a Eva para el Génesis es simplemente “la serpiente”, se pone énfasis en que se trata de un animal como los otros aunque más astuto. Las investigaciones arqueológicas y exegéticas permiten establecer que en la mitología cananea, de la que provendría la hebrea original, la serpiente estaba relacionada con una divinidad femenina que era alternativamente pareja o enemiga de El, el dios padre. Una depuración monoteísta posterior quitó la condición sobrenatural a la serpiente, la adversaria fue degradada a uno “de los animales salvajes”. En el mito cristiano, la serpiente se asimila con otras entidades que se enfrentan a Dios, como Satanás, que es literalmente “el adversario”, en el libro de Job. El relato del Apocalipsis aglutina definitivamente los distintos avatares de este ser “la serpiente antigua, que se llama diablo o Satanás”. Aclaremos que mito no quiere decir fantasía ni mentira, sino narración simbólica.

Cualquiera sea la forma que tome el demonio, su motor constante es la envidia. En el paraíso, ese ser que “engaña a todo el mundo” despierta en la primera pareja la envidia a Dios. Les hace creer que si comen el fruto serán conocedores de lo bueno y de lo malo como Elohim, que es como se lo llama en esa parte a la divinidad. Esta actitud de Satanás prefigura claramente a los líderes que hacen creer a las masas que, revolución mediante, podrán decir qué es lo bueno y qué es lo malo. La multitud podrá decidir sobre vidas y haciendas, aunque al final sean los tentadores, los caudillos, los que tendrán la última palabra.

No hay una narración bíblica de la rebelión de los ángeles capitaneados por Lucifer, sino que varios fragmentos han sido unidos por la tradición para producir el relato en el que el más hermoso de los ángeles plantea a sus congéneres ¿por qué Yahvé ha de ser más? Incita la envidia, provoca la insubordinación que conduce a la eterna caída. El filósofo George Santayana, que no era católico, dice que la esencia de la falacia luciferina es hacer creer que el orden natural es impuesto. Y añade que “su perversidad radica en rebelarse contra sí mismo y rechazar la felicidad propia de su verdadera naturaleza. Esta era la manera más loca de rebelarse contra su verdadero creador”. Esa misma es la esencia de la propuesta populista, hacer creer que lo que es natural es algo impuesto por alguien. Por ejemplo, cuando pretende hacer creer que el mercado es una entelequia fabricada y manejada por grupos monopolistas. O que los precios suben porque los empresarios son malos. O que el petróleo baja porque los países industriales están en guerra económica contra Venezuela.

La inconformidad es uno de los dones de la humanidad, es la que impele a los hombres a la superación y al progreso, pero esto debe lograrse mediante el trabajo racional, tesonero y metódico, no arremetiendo contra las condiciones de la realidad. (O)