En días pasados, el presidente Correa señaló que le parecía muy preocupante el anuncio del presidente electo de Argentina, Mauricio Macri, quien anticipó que pedirá aplicar a Venezuela la cláusula democrática del Mercosur por “persecución a opositores”. Correa agregó que “es muy preocupante, es claramente una interferencia en los asuntos internos de Venezuela… no cabría en el caso venezolano, porque alguien esté de acuerdo o en desacuerdo con el proceso venezolano, aplicar una cláusula democrática”.

Una vez más, el mandatario ecuatoriano hace resaltar su parcialidad al referirse a la situación política venezolana, pues no se trata de estar de acuerdo o en desacuerdo con dicho proceso, sino de definir una posición democrática respecto de los abusos y excesos de un régimen castrado políticamente. Si para Rafael Correa resulta “muy preocupante” el anuncio de Mauricio Macri, para millones de venezolanos debe resultar reconfortante advertir que la mal concebida solidaridad entre los gobernantes de la región no debería implicar –de ninguna manera– el hacerse los giles o los inocentes respecto del descalabro que vive un país determinado, gracias a la ineptitud e incapacidad de un régimen. El silencio cómplice en algunos casos, o el aplauso interesado en otros, ha permitido que a nombre de la no intervención se solapen los atropellos de tan desfachatado Gobierno.

Más allá del hecho de que difícilmente el anuncio de Macri vaya a ser acogido por la mayoría de los miembros del Mercosur, es importante señalar que desde el punto de vista del Derecho Internacional, es procedente la suspensión de un país, en este caso Venezuela, del organismo, recordando que las sanciones por violaciones de los derechos humanos prevalecen sobre cualquier norma interna de un Estado. Pero más allá del punto de vista legal, en este caso lo que importa es la iniciativa que conlleva una perspectiva diferente de las políticas exteriores al menos entre los países sudamericanos, sin ignorar las situaciones internas de un Estado que se desmorona bajo la cantaleta de una mal llamada revolución bolivariana.

Sin embargo, para nuestro presidente no hay problema alguno en Venezuela, ya que según su criterio: “Existe una democracia y existe un proyecto político que se ha cansado de ganar elecciones. Que hay perseguidos políticos, ¡demuéstrenlo!”. Como resulta claro establecer en qué orilla se ubica el mandatario, encuentro tranquilizador comprobar que existe la posibilidad de estar en la opuesta. A propósito, Nicolás Maduro acaba de calificar al secretario general de la OEA como “señor basura” por haber condenado el reciente asesinato de un opositor a su gobierno. Así es, cada ladrón juzga por su condición. Vaya, vaya, el pájaro disparando a la escopeta. (O)