Puntos del PIB más o menos, América Latina va a experimentar una desaceleración importante en 2015, que con mucha seguridad continuará (y en algunos países se acentuará) en 2016. La desaceleración económica es una realidad que dependiendo del proveedor del dato y del momento del año, ha ido cambiando con una clara tendencia a la baja, que al final mostrará el signo negativo o cercano a cero de una economía regional en proceso de enfriamiento.

Lo cierto es que esta es la primera vez, en más de una década, que un entorno de desaceleración o recesión se va a manifestar en América Latina por un periodo superior a un año. El de 2015 es un evento distinto al bache de crecimiento que afectó a la región en 2009, que fue rápidamente subsanado por los países latinoamericanos entre ese año y mediados de 2010.

La diferencia entre lo que ocurre ahora y lo que pasó en 2009 radica en la naturaleza de la desaceleración y en las opciones que existieron. La crisis financiera global que estalló en la segunda mitad de 2008 afectó gravemente a las economías desarrolladas de occidente, pero en menor medida a la China. Ese motor del crecimiento mundial siguió relativamente sano y su potencia permitió recuperar rápidamente el tren de la demanda de los productos primarios, del que América Latina se benefició desde 2003. La razón de ser del súper boom de productos primarios recobró dinamismo en poco tiempo y con la misma fuerza, regalándonos su increíble flujo de ingresos casi al instante.

Al beneficio de una pronta recuperación de los excelentes términos de intercambio, se sumó el arribo de flujos de inversión que, huyendo de la crisis financiera global, se posaron en suelo latinoamericano y ayudaron a afrontar el shock externo con un costo financiero menor. A ese tándem que facilitó la transición desde el financiamiento, se sumaron dos hechos cruciales: la región contaba (en el agregado) con importantes ahorros fiscales por primera vez en su historia reciente, lo que sumado a una lógica regional de política económica progresista, dio espacio para aplicar políticas contracíclicas, de mayor gasto fiscal, que apuntalaron la recuperación desde el estímulo a la demanda interna. Estos dos elementos permitieron sostener el mercado interno y la inversión, sin efectos significativos en el empleo. Finalmente, la economía política de la respuesta interna fue poco traumática en muchos países porque sus gobiernos contaron con el apoyo de un Legislativo en el que tenían mayoría, facilitando la velocidad de la aplicación de la política económica y fiscal.

Lo que vive la región desde el segundo semestre de 2014 es un escenario totalmente distinto. La importante caída de los precios de los productos primarios está asociada a la existencia de una mayor oferta de estos (como consecuencia del boom anterior) y al enfriamiento de la China, en un proceso que seguirá en el corto y mediano plazos. La recuperación de Estados Unidos y Europa ha hecho volver los capitales a los grandes centros financieros globales, dejando menos opciones de financiamiento regional (por la vía de la inversión extranjera o de los créditos) ante la caída de nuestros términos de intercambio.

Si se suma la situación fiscal, el panorama de financiamiento es aún peor. La mayoría de países latinoamericanos está afrontando un déficit fiscal en 2015, que puede agravarse en 2016. El problema de financiamiento del déficit está vinculado con la capacidad de respuesta fiscal en el mediano y largo plazos. Para aquellos países con ahorros acumulados, tanto su propia respuesta fiscal como el acceso al crédito van a ser mucho más fáciles. Aquellos que no tienen ahorros fiscales, van a tener un costo mayor para financiar el déficit. Y con seguridad los mercados los van a castigar, ya sea saliendo de esos países o dejando de entrar en ellos.

Por ende, la fuerte caída de los ingresos externos que se está experimentando en la actualidad va a tener un impacto real en las economías y hogares latinoamericanos como no se había visto desde comienzos de la década pasada. A diferencia de 2009, los países de la región tienen un margen limitado para implementar políticas contracíclicas. En un contexto de déficit fiscal creciente y con un financiamiento más complicado, incluso puede presentarse una respuesta fiscal procíclica, de fuerte reducción del gasto público, profundizando la tendencia recesiva en este periodo de desaceleración del PIB regional.

Las restricciones del gasto público van a hacer muy difícil una respuesta que impida que la demanda interna se contraiga. Y que no se manifieste su pesado lastre de mayor desempleo, informalidad y pobreza. A eso se suma un problema no menor: los apoyos de muchos gobiernos están disminuyendo o lo harán, lo que sugiere una arena política más compleja en el Legislativo a futuro, complicando tanto la implementación de políticas fiscales apropiadas como su velocidad de respuesta. (O)

En un contexto de déficit fiscal creciente y con un financiamiento más complicado, incluso puede presentarse una respuesta fiscal procíclica, de fuerte reducción del gasto público, profundizando la tendencia recesiva en este periodo de desaceleración del PIB regional.