Las elecciones en la Argentina y la grave crisis del Brasil nos muestran que las dos locomotoras de los procesos de integración política y económica de América Latina dejan ver claros signos de agotamiento y cambio. Con el triunfo de Macri toda la historia de acuerdos y conveniencias con Venezuela cambiarán de manera drástica al punto que el mandatario electo de Argentina ya afirmó que pedirá en la reunión del Mercosur en Asunción que se aplique la cláusula democrática a este país caribeño por las abiertas transgresiones contra opositores y medios de comunicación. Ya no estarán los Kirchners para defenderlos y que tanto recibieron y dieron a la Venezuela de Chávez primero y de Maduro después. Este tendrá una parada difícil en la primera semana de diciembre cuando se escojan nuevos miembros del Congreso. Le queda aceptar los resultados contrarios o construir un tinglado de fraude que lo aísle aún más. Los gobiernos de fachada democrática están de salida. La gente está harta de la confrontación y de la división. De los insultos y de los agravios, mientras la misma gente receptora de sus políticas de subsidios no pueden salir a la calle por la inseguridad reinante. ¿De qué le sirve a ciudadano un mendrugo si los sitios marginales donde habita están invadidos de droga, delincuencia y violencia? La vida no vale nada en muchos de estos países y para eso no hace falta más que sumar los 54 mil asesinados por año en Brasil, más los 22 mil de Venezuela y los casi 15 mil de la Argentina. Entre los tres suman más muertos por año que los que se dan en Kabul, Damasco o Bagdad.

La campana de salida ha comenzado a sonar y las urnas hablaron en la Argentina el domingo. No será fácil ordenar la casa para un Macri que enfrentará severas resistencias del statu quo. El mandato que recibe es claro: cambiar. Su movimiento lo conjuga en un plural complejo donde están los de la Unión Cívica Radical hasta los comunistas. Del otro lado, un peronismo siempre dispuesto a tomar las riendas luego de que otro gobierno fracasara luego de ordenar las cosas. Un ciclo perverso y brutal que ha dejado a la Argentina en las condiciones actuales luego de haber sido uno de los 10 países más ricos del planeta a inicios del siglo XX. Veremos cómo funciona la alianza con un congreso en contra, con una economía en recesión, inflación alta e inseguridad igual. La gente no tiene mucha paciencia ni espera como antes. Macri deberá impactar en sus primeras medidas a partir del 10 de diciembre. 12 años de un mismo gobierno han dejado tan mal las cosas que al que viene le costará resolver el desaguisado que le han montado.

En Brasil siguen esperando que se debilite más Dilma y que la corrupción involucre a sus críticos, de manera que el grito de “que se vayan todos” incluya a los que impulsan el juicio político de la mandataria por los escándalos de Petrobras y otras empresas. El tono del discurso confrontacional ha perdido valor y todos hablan de diálogo y de consenso. Buscan a líderes con ese perfil incluso dentro de estos partidos que administraron por una década el mayor ingreso de recursos por el boom de las materias primas. Es de nuevo una década perdida en chapucerías e insultos. Hoy no tenemos instituciones ni capacidad de hacer frente a la realidad con otras virtudes que no sean aquellas tendientes al autoritarismo y la exclusión.

No podrán sumar los que restaron y dividieron. Y la realidad que construyeron es hoy insostenible para todos. No tienen capacidad tampoco para pedir disculpas, eso es debilidad y no están dispuestos a conceder nada que se le parezca. Quieren imponer una realidad que no existe y ese es el comienzo del final. Del campanazo que ponga fin a un combate que se perdió desde el inicio. (O)

La gente no tiene mucha paciencia ni espera como antes. Macri deberá impactar en sus primeras medidas a partir del 10 de diciembre. 12 años de un mismo gobierno han dejado tan mal las cosas que al que viene le costará resolver el desaguisado que le han montado.