Algunos diarios chilenos muestran a un triunfal presidente Evo Morales probándose un short playero y a señoras bolivianas en trajes típicos pisando mar “soberano”, caricaturas que quizá esconden el dolor del primer round perdido, con el Tribunal de La Haya declarándose competente para establecer si Chile debe negociar con Bolivia acceso soberano al mar y, de ser así, si se han dado los pasos para lograrlo; sin embargo, aclara no poder asegurar el resultado de la posible negociación. Entonces ¿para qué el juicio?, ¿cómo se garantizará el acatamiento del fallo?, ¿cuál será su alcance jurídico-histórico, si la solución quedase en conversaciones de “buena voluntad” entre ambos países? Difícil panorama.

Evo quiere nadar en “mar soberano”. Según encuesta de la Universidad Católica y Adimark, el 10 por ciento de chilenos quiere complacerlo y el 86 por ciento es contrario a la idea. Evo reposicionó en el inconsciente colectivo la salida soberana al Pacífico, no como reivindicación sino como un derecho histórico irrenunciable, festejado anualmente con el Día del Mar y una Fuerza Naval lista para zarpar. La presidenta Bachelet riposta que Bolivia confunde derechos con aspiraciones.

La clase política chilena, cuestionada por casos de corrupción, aprovecha el diferendo para “redimirse” nacionalmente, alineándose tras la presidenta que asegura no perder nada con el 14 a 2 del Tribunal, porque Chile no entregará territorio. Evo, revestido como el “superhéroe” capaz de conquistar soberanía, posiciona su prórroga en Palacio Quemado para asegurar dicha misión, y el Congreso lo habilita para otra elección.

El expresidente Carlos Mesa dice que Chile plantea un escenario sesgado, porque la petición boliviana no nace de aspiraciones, sino de compromisos formales adquiridos. Hernán Felipe Errázuriz y José Miguel Insulza, excancilleres chilenos, afirman que ningún presidente modificará el Tratado de 1904 para ceder territorio. Gabriel Salazar, chileno, Premio Nacional de Historia, manifiesta que tal como las leyes y constituciones, los tratados entre estados deben actualizarse, revisarse y adaptarse a condiciones históricas actuales.

La cantante chilena Anita Tijoux, según www.lanacion.cl, señala: “… Este país ha vendido todo a multinacionales extranjeras y seguro que si el tema fuera ‘Mar para Holanda’, todos estarían felices”, insinuando cierta maldición de Malinche regional. Más cuando algunos cuestionan a Chile dentro del TPP (Acuerdo Estratégico Transpacífico de Cooperación Económica) liderado por Estados Unidos, advirtiendo que este limitaría soberanías a favor de transnacionales.

Para Bolivia, salida soberana al mar representa justicia histórica por la mutilación territorial; para Chile, otorgarla constituiría una derrota diplomática, “traicionar” la gesta heroica, devolver “botín de guerra”. No es acceso al mar lo disputado, Bolivia lo tiene por territorios y puertos chilenos; es soberanía territorial para llegar al Pacífico el embrollado problema, el nudo gordiano que alimenta enconos nacionales y que considero el Tribunal Internacional no podrá desenredar. Si el fallo beneficia a Bolivia, ¿Chile acatará?; si el veredicto favorece a Chile, ¿Bolivia se resignará a las condiciones actuales? ¿Evo usará sus “superpoderes” para recuperar soberanía a cualquier costo?

Presagio “tsunamis” peligrosos de “Patria o muerte: venceremos”; “El mar es de Bolivia”; “Por la razón o la fuerza”, tratando de desatar el nudo con la espada de Alejandro Magno, más que con la fuerza de la razón. Ojalá me equivoque. (O)