El gobierno de la Revolución Ciudadana llegó al poder montado sobre la plataforma de acabar con la “partidocracia”, término que en nuestro país se refiere a un sistema gobernado por élites bien conectadas. ¿Cómo proponía hacerlo? Devolviéndole poder a los ciudadanos de a pie. Pero vemos que lo que han hecho es convertir lo que era un oligopolio del poder político que concedía privilegios a élites en un monopolio para hacer lo mismo. Pero la concepción de una sociedad regida por un Estado que otorga privilegios a un grupo selecto está presente en muchas otras áreas de la política del Gobierno. Y esto es coherente con la orientación socialista del gobierno de Alianza PAIS.

A muchos les podrá parecer incoherente acusar al gobierno de la Revolución Ciudadana de profundizar o fortalecer todavía más una sociedad de privilegios en nuestro país, cuando sus voceros siempre han sido muy dados a avivar una lucha de clases, supuestamente en favor de las clases socioeconómicas menos pudientes. Pero sucede que las sociedades socialistas muchas veces terminan pareciéndose o co-existiendo cómodamente con lo tradicional y con las jerarquías establecidas.

Así sucedió en la India hasta antes de su liberalización económica. Un estudio reciente de Swaminathan Aiyar relata que aunque los socialistas indios por décadas se propusieron eliminar la desigualdad del sistema de castas, las cuotas políticas y la prohibición de la discriminación en contra de los ‘dalits’ o ‘intocables’ solo sirvieron para crear una capa delgada de ‘dalits’ políticamente conectados.

Sin embargo, desde que la India liberalizó su economía en 1991 –eliminando en gran medida barreras al comercio, múltiples regulaciones para los negocios, un complejo sistema de licencias y permisos para todo tipo de actividades– los ‘dalits’ han experimentado una revolución para bien. Ahora hay cada vez más millonarios de su casta y la apertura de la economía, con su destrucción creativa, eliminó monopolios de las castas altas. Desde 1991 hasta la fecha se ha disparado la proporción de ‘dalits’ que gozan de viviendas de cemento, televisores, celulares, bicicletas, motocicletas, y de una mejor dieta y vestimenta. También ha aumentado el porcentaje de ‘dalits’ que son dueños de sus propios negocios e incluso hay muchos casos en que miembros de las castas altas tienen ahora un jefe ‘dalit’. Además, la mejora del bienestar económico de los ‘dalits’ parece estar detrás del marcado declive en discriminaciones sociales, como aquella costumbre de sentar en un espacio apartado a los ‘dalits’ en eventos sociales.

Aiyar explica que “para 1991, las reformas económicas eliminaron los controles, acelerando el crecimiento y la competencia. La competencia feroz pronto aseguró que el precio de un proveedor importe más que su casta. Esto creó oportunidades para los emprendedores ‘dalits’, quienes fueron capaces de romper monopolios, tradicionalmente de las castas altas”.

Por eso buena parte de las medidas implementadas por el Gobierno para combatir la recesión no atinan en su enfoque. Siguen evitando aumentar las oportunidades para todos y prefiriendo aquel sistema en que a los políticamente conectados les va bien. Lo que realmente necesita la economía es un genuino programa de liberalización económica. El desarrollo no se planifica desde una oficina en Quito. Si se lo intenta solo se logra mantener una sociedad de privilegios. (O)