Cuando el cuencano Borys Benett llegó a la universidad local a la que postuló, hizo muy pocos amigos.

Negro, como la piel de su padre y su madre esmeraldeños, a Borys le costó insertarse en ese extraño mundo universitario donde, en una fiesta estudiantil, le impidieron el ingreso a cuenta de que “usaba zapatos tenis”.

Abstemio, fue testigo de amorosos tratos racistas como cuando aquel amigo, a quien “sentía sincero”, le dijo que Borys le caía tan pero tan bien que “a pesar de que eres negro, te queremos como si fueras blanco”.

Emprendedor, heredero de la sazón de sus padres, montó un proyecto cultural y gastronómico que busca reivindicar los derechos de los afroecuatorianos para que no le vuelvan a ocurrir, nunca más, situaciones como la del taxista que se negó a hacerles una carrera a él y su familia, porque con su sola presencia desataban un prejuicioso temor validado por años y años de publicaciones de crónica roja, en las que se subrayaba la etnia a la que pertenecían los involucrados, solo cuando eran negros. O “de raza negra”.

El lunes anterior, Borys llegó al canal local para hablar sobre el tema de la discriminación y el racismo que viven los afrodescendientes, a propósito de que el fin de semana se había conmemorado el Día de la Negritud, un evento que se enmarca en el Decenio Internacional de los Derechos de los Afrodescendientes declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el año 2013. Cuando estacionaba su camioneta doble cabina, un grupo de vecinos le pidió que se retirara, que allí no podía dejarla. Para llegar puntual a la cita en la que hablaría sobre sus derechos, cedió y calló ante la última discriminación. Del día.

El Decenio Internacional de los Derechos de los Afrodescendientes tiene una difusión mundial y busca cumplir con ciertos objetivos resumidos en tres niveles: reconocimiento, justicia y desarrollo. Así, “la comunidad internacional reconoce que los afrodescendientes representan un grupo específico cuyos derechos humanos deben promoverse y protegerse”.

Específicamente los objetivos son: Promover el respeto, protección y realización de todos los derechos humanos y libertades fundamentales de los afrodescendientes; promover un mayor conocimiento y respeto de la diversidad de la herencia y la cultura de los afrodescendientes; aprobar y fortalecer marcos jurídicos nacionales, regionales e internacionales de conformidad con la Declaración y el Programa de Acción de Durban y la Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación racial.

En medio de todo hay un tema que requiere urgente intervención, pues es uno que –irónicamente– no discrimina territorios ni fronteras: la discriminación mediática. La mirada que sobre los negros tiene la televisión ecuatoriana, por ejemplo, ha sido muy folclórica, en el mejor de los casos, pero ofensiva, reconfirmadora de prejuicios e implacable en el fondo.

Papeles generalmente relacionados con el raterillo, el bobo, el vago, han sido algunos de los roles aplicados a este tipo de personajes, en muchos casos validados por afrodescendientes que antepusieron la exposición mediática por sobre la reivindicación de derechos. Y se volvieron individualmente “famosillos”.

Por extensión, el manejo del lenguaje discriminatorio está directamente vinculado con este asunto: tener un “viernes negro” o las sospechas sobre una “mano negra” acentúan el trato discriminatorio hacia esta población.

Mucho que cortar. Mucho que actuar. (O)