Voy a delinear algunos senderos que conducen al análisis de causas y consecuencias, al repaso de la historia, a la investigación, a mirar el futuro sin perder de vista el pasado y hacer de cada hoy un compromiso con la verdad. Buena parte de ecuatorianos pensamos y procedemos así porque las tragedias no conllevan ideologías, porque ‘el amor de patria’ es universal para quienes se cobijan bajo una misma bandera. El ‘Ecuador profundo’ nunca dio las espaldas a la razón, al sentido común, peor al bienestar de las comunidades.

Valga este preámbulo para apuntalar un análisis de situaciones que incomodan y preocupan. Es humano opinar, es una obligación cívica. Algunas pistas para una mejor comprensión. Imposible, en este espacio, ser exhaustivo.

-Luego de ocho años de Gobierno, acorde con la propaganda oficial, ‘Ecuador ya cambió’. De ser esto verdad, debemos estar tranquilos porque estamos preparados, mejor que antes, para hacer frente a los embates de la naturaleza.

-Que venía el fenómeno de El Niño y venía con fuerza lo sabemos desde el año anterior. ¿Qué se hizo y qué se dejó de hacer? Vale darlo a conocer.

-Muchos vivimos este fenómeno, en el Litoral, en el 82-83 y 97-98. Entonces, hicimos frente a la naturaleza, sufrimos irresponsabilidades, lamentamos negligencias. El latigazo fue en extremo fuerte.

-Me apena ver a las autoridades de Educación, inciertas y temerosas frente a lo que pueda venir. La naturaleza no se desborda con horario establecido, tampoco se puede predecir la contundencia de su impacto. A esta fecha, los ríos deben estar dragados, las orillas limpias de malezas, la gente asentada en lugares de riesgo debió ya ser trasladada a otro lugar. Prefectos, alcaldes, autoridades del Gobierno central, etcétera, todos son corresponsables.

Algunas sugerencias para educadores, desde ‘fuera de la cancha’:

-Las normas deben cambiar cuando las circunstancias lo exigen. Hay centros educativos particulares y fiscales que están preparados para resistir lluvias y sobrellevar inundaciones. Esos centros deben seguir la programación oficial, quizá acortar actividades, acelerar aprendizajes para ganar tiempo al tiempo y terminar el año sin prisas ni recetas mágicas. Las clases de los sábados son, para maestros y estudiantes, una sobrecarga inapropiada.

-La uniformidad debe ceder espacio a la discrecionalidad. Cada distrito está obligado a solucionar sus peculiares problemas. Las escuelas y colegios fiscales, también algunos particulares, cuyas infraestructuras ceden o se inundan con las primeras lluvias, es hora de que encuentren soluciones duraderas. Que este invierno sirva de examen para detectar la capacidad de directivos, la ubicación de los centros educativos y la calidad de su infraestructura. Conozcamos cuál es la realidad de nuestra infraestructura educativa. ¿Cuánto hemos mejorado en estos ocho años? El Niño nos lo dirá.

-El estado de excepción es un grosero abuso. Una sola fuente de información de riesgos conduce a impedir la investigación y domesticar la verdad. No estamos en guerra. No peligran secretos de Estado. En estos meses necesitamos, más que nunca, sensatez, unión, voces y actitudes que fusionen voluntades.

“Es en el mismo momento de la desgracia cuando uno se acostumbra a la verdad” (Albert Camus). (O)