VIENA. Luego de ocho años de negociaciones difíciles y complejas, los gobiernos de las economías más importantes de la cuenca del océano Pacífico han sellado el llamado “Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica”, conocido por sus siglas en inglés como TPP (Trans-Pacific Strategic Economic Partnership o simplemente Trans-Pacific Partnership). Entre los países que forman parte del acuerdo están los Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Vietnam, Malasia, Brunei y Singapur. De América Latina forman parte del convenio Chile, Perú y México.

En términos económicos, este acuerdo regional será el más grande en su género que se haya negociado y celebrado hasta ahora. Sumadas las economías de sus miembros ellas equivalen al 40 por ciento del Producto Interno Bruto del mundo. En cierta forma, a él quedarían atadas dos quintas partes de la economía internacional.

El acuerdo que se ha pactado cubre una gama significativa de asuntos estrictamente comerciales, así como otros vinculados con ellos. Desde reducción sustancial de aranceles hasta normas de propiedad intelectual, protección a los trabajadores, arbitraje de disputas entre inversores y gobiernos, y el cuidado del medioambiente. Por lo novedoso de muchos de sus aspectos, pero sobre todo por el volumen de comercio que está en juego, el TPP marcará la pauta en las próximas décadas.

Dadas las enormes consecuencias que este tratado va a tener en la economía estadounidense, su aprobación por parte del Congreso de esa nación no va a ser fácil. El presidente Obama ya ha comenzado un intenso cabildeo entre los congresistas para lograr su apoyo. Esta presión será complicada, tomando en cuenta que el documento aterrizará en el Capitolio justo en medio de una campaña electoral.

En todo caso, este sería el legado más importante en materia de política económica que deja el presidente Obama luego de terminar su mandato presidencial. Lo que no deja de ser un hecho excepcional. Por lo general, los presidentes estadounidenses que ya no pueden ser reelegidos –en aquel país no existe reelección vitalicia presidencial– pierden mucho liderazgo en sus últimos dos años. Más aún cuando su partido no controla al Congreso. Pero, como en otras cosas, el presidente Obama parece dispuesto a romper con los estereotipos. Ya se vio algo de esto cuando en junio obtuvo la autorización del Congreso (dominado por los republicanos) para negociar el TPP bajo el llamado fast track, o para sellar el controversial acuerdo con Irán.

Un país que debió ser parte del acuerdo es China. Pero dicha nación se mostró renuente por los compromisos que debería asumir. Por ejemplo, la parte relativa a la libertad e independencia de los sindicatos.

Otra nación que obviamente debió ser parte del TPP es la nuestra. Por falta de visión de nuestras élites económicas y políticas, el país quedó al margen de esta iniciativa. El Pacífico es nuestro hábitat comercial natural. Allí, más que en Europa, yace el futuro económico y político mundial. Habrá que esperar que un próximo gobierno sepa aprovechar esta gran oportunidad y acceda a este tratado. (O)