¡Cómo cambia la cotización de las monedas! Desde mayo 1 de 2014 a octubre 1 de 2015 el dólar escaló vertiginosamente en relación con las otras monedas duras: 24% en relación con el euro, 17% con el yen. Las monedas de los mercados emergentes se han desplomado, el peso colombiano 60%, el real brasileño 75%, el rublo ruso 83%.

¿Qué justifica este giro? Decisiones en relación con capitales financieros, cuyos administradores los cambian de ubicación al menor indicio de que la rentabilidad, ajustada por el riesgo, tiene mejores perspectivas de donde están ahora. Tiene poco que ver con la competitividad comercial de un país frente a otros.

Esa es la gran debilidad del sistema cambiario global. Tenemos al dólar como principal moneda porque Estados Unidos es la primera economía del mundo y el mercado más abierto. Pero con el surgimiento económico de otros países, Estados Unidos no es tan dominante como antes: el centro manufacturero se trasladó al Asia. En América del Sur, Brasil, Argentina y Chile tienen un comercio bastante equilibrado entre Estados Unidos, Europa y Asia.

No hay indicios de que la economía mundial se vaya a mudar a otra moneda o canasta de monedas. El euro no ha cumplido con su promesa, con todos los problemas por los que pasa hoy la eurozona, y China mantiene el control político sobre el renminbi. Por el futuro previsible hay que mantenerse adaptado a ese esquema cambiario.

Para los países latinoamericanos que receptaron capitales a raíz del descalabro de la economía mundial en septiembre de 2008 y que desde el año pasado sufren su fuga, el problema pasó de temer la formación de burbujas inmobiliarias y precios muy altos en dólares a sufrir el colapso de sus monedas, encarecimiento de la deuda externa y brote de la inflación.

Ecuador dolarizado está blindado de ese efecto de devaluación e inflación. Pero en cambio nuestra competitividad sufre, puesto que nuestros costos suben por efecto de la fluctuación de las monedas y consideraciones económicas de otros países.

La apreciación del dólar fue repentina, aunque era algo que inexorablemente sucedería en el mediano plazo, puesto que en la década anterior el dólar se depreció. Lamentablemente, la política económica que seguimos no fue la más apropiada para un país dolarizado: nos cerramos en lugar de abrirnos, llevamos una política más bien hostil hacia las exportaciones, por considerar que la agroindustria depreda el medioambiente, toleramos una inflación muy elevada para un país dolarizado y pasamos el beneficio del dólar débil a los salarios: alza de 10% anual en dólares por varios años. Esos salarios más altos permiten un mayor nivel de consumo y, por ende, mayor demanda de importaciones.

Con moneda propia, el Gobierno ya habría devaluado. Como eso no es posible, impone la salvaguardia de balanza de pagos, pero esta es solo una medida para ganar tiempo.

El Gobierno nacional, acertadamente, ha descartado la desdolarización: por impráctica, y por la popularidad del dólar. Grecia, con un desequilibrio muchísimo más grave que Ecuador, y donde la población se alzó contra el ajuste, a la postre optó por resignarse al mismo con tal de no salir del euro. (O)