Trabajamos para poder consumir. Dicho de otra forma, vendemos para poder comprar, esto es, exportamos para poder importar. Pero aunque parece ser tan evidente esto, muchos consideran malas a las importaciones y buenas a las exportaciones. El Gobierno les pide a los ecuatorianos que no compren en Colombia, a pesar de que allá encuentran desde televisores, celulares y útiles escolares más baratos. Un portavoz del Gobierno pidió “brindar apoyo a la producción nacional” (léase: a empresas protegidas por privilegios concedidos por el Estado).

Bienvenidos a la economía de “patriotas”, donde uno no compra lo que más le conviene por la combinación que considere óptima en cuanto a precio y calidad, sino que uno debe “arrimar el hombro” y sacrificarse pagando más. No importa que en el proceso uno se empobrezca.

Los supuestos patriotas lamentan no tener “municiones” para defenderse frente a la devaluación o depreciación de otras monedas. Digo supuestos, porque no considero patriótico “disparar” contra sus compatriotas reduciéndoles su poder adquisitivo.

Además, tener moneda propia no ha resuelto problemas en otras economías dependientes de materias primas, aunque sí ha generado otros que hoy no tenemos, como crisis cambiarias, que suelen convertirse en crisis financieras. En Rusia, luego de la considerable depreciación del rublo desde 2014, los rusos han experimentado un declive en su poder de compra de un 8% y la economía está ingresando en una recesión. Los brasileños esperan tener una mayor inflación y mayor contracción económica en 2016. La depreciación de sus monedas los coloca frente a un dilema: para evitar que la moneda se deprecie todavía más tratan de atraer capital subiendo las tasas de interés pero, al hacerlo, encarecen el costo del capital y se desalientan las inversiones.

Sin embargo, más espeluznante es lo que pasa en Venezuela, país gobernado también por socialistas del siglo XXI. Allí los supuestos patriotas han usado municiones con más abandono y ahora los venezolanos padecen una inflación anual implícita (calculada por el Proyecto de Monedas en Problemas del Instituto Cato y Johns Hopkins University) de 808% hasta fines de julio. Considerando que quienes nos gobiernan no creen en la separación de poderes y que el Banco Central del Ecuador es dependencia del Ejecutivo en la Constitución de Montecristi, no veo por qué deberíamos esperar a que el poder de devaluar no sería puesto al servicio de las finanzas del Gobierno central.

No obstante, la competitividad no es determinada por el tipo de cambio, sino por otros factores que derivan en aumentos en la productividad de una economía. En la literatura de desarrollo se ha demostrado que toda política que atenta contra la acumulación de capital (impuestos y regulaciones excesivas) suele derivar en un menor crecimiento de la productividad. Esto no mejora con devaluaciones, al contrario, se retarda dado que estas medidas simplemente restauran y mantienen la rentabilidad de industrias ineficientes en desmedro de mayores inversiones en otras más eficientes.

Pero los supuestos patriotas, creyendo que la balanza comercial es la vara para medir el bienestar de una nación, nos protegen de poder comprar más con menos. Han impuesto salvaguardias, además de las ya existentes barreras comerciales, a una porción considerable de las importaciones. Impiden que nos beneficiemos de un incremento en nuestro poder adquisitivo, como debería suceder en una economía dolarizada cuando se aprecia el dólar. (O)