Las imágenes de miles de colombianos expulsados de territorio bolivariano-venezolano son una muestra de la incoherencia e insensibilidad del gobierno de Maduro arrinconado por la crisis económica producto de su incompetencia y corrupción. Es una vía de escape seudonacionalista que procura distraer el grave deterioro económico en el que está sumido su país y que castiga en forma de inflación a todos los sectores sociales pero, con mayor énfasis, a los que menos tienen. El contrabando es una muestra de incompetencia grave que dejó a los venezolanos sin productos o sin capacidad de adquirirlos. A estas alturas la “africanización” de ese país es más que evidente. El éxodo de los colombianos llevando sobre sus espaldas sus escasos bienes materiales luego de ser destruidas sus endebles moradas es un mentís elocuente a la solidaridad, confraternidad y otros conceptos similares con los que se llena la boca el régimen de Maduro.

Esta grave crisis demuestra el fracaso de la Unasur o de la Celac, organizaciones creadas bajo la tutela venezolana y que son incapaces de responder al menos humanitariamente a las vejaciones de cientos de colombianos. Este es un tema que debe ser fundamentalmente abordado por todos los latinoamericanos. Lo que se sucede en esa frontera es una metáfora de estos años de desgobierno que no fueron aprovechados para mejorar las condiciones de vida de millones. Se robaron cuantiosos recursos y con mendrugos repartidos a los pobres solo consiguieron la ilusión de creer que algún día abandonarían dicha condición. Cubanos al servicio del gobierno de Venezuela aprovecharon la ocasión para marcharse a Colombia a pedir refugio político desnudando a su paso las terribles carencias por las que atravesaban en ese país. Que lo diga un cubano ya es cosa seria... porque si hay un país atravesado por estas crisis es esa isla caribeña.

Organizaciones de fachada deben acabarse. No hacen lo que deben y cuestan millones al erario público. Solo una reacción vigorosa en apoyo a estos grupos humanos tratados como animales debe ser la opción latinoamericana. No se puede permitir que el nacionalismo cerril, vengativo e inhumano se imponga en nuestros territorio, donde si viviera Simón Bolívar hubiera caído en la depresión más profunda o en el duro castigo al gobierno que cambió de nombre a su República.

La vieja y denostada OEA volvió a ser referente ante el silencio cómplice de las organizaciones creadas por el dinero venezolano. Varios países acorralados por la misma corrupción de ese país han alentado los fantasmas de una “conspiración internacional” inexistente. Viejo truco para magos decadentes.

El mayor contrabando a la democracia lo perpetra diariamente el régimen de Maduro y el éxodo lo viven quienes son sus víctimas de ocasión. (O)

El éxodo de los colombianos llevando sobre sus espaldas sus escasos bienes materiales luego de ser destruidas sus endebles moradas es un mentís elocuente a la solidaridad, confraternidad y otros conceptos similares con los que se llena la boca el régimen de Maduro.