Uno de los grandes placeres de la vida es sin duda el reencuentro; volver a ver a los amigos, abrazarlos, conversar y alargar hasta la madrugada la sobremesa no tienen precio. Gracias a una invitación del Mercado de Industrias Culturales de Argentina (MICA) escribo este artículo en Buenos Aires, una ciudad que me encandila, me vuelve vulnerable y fuerte a la vez, una ciudad que me duele porque percibo cierta melancolía en los ojos de su gente. Volver siempre es placentero, aunque sea con la frente marchita y cada vez con más nieves del tiempo en la sien, volver es un regalo que agradezco a la vida.

No sabía que Elina y Héctor se acordaran de una vieja anécdota. Hace años, cuando me preguntaron cómo era Latacunga, mi marido les dijo que era una ciudad tan chica que en el año en que yo nací había solo tres números de teléfonos: Varea-Terán, Terán-Varea y equivocado. Lo lindo de esto es que luego de horas de conversar, ellos llegaron a una conclusión: Che, definitivamente, vos sos hija de “equivocado”.

Y sí, definitivamente, soy hija de equivocado, porque sigo pensando que no todo está perdido, que la vida sí tiene sentido, que siempre podemos enderezar, tomar el camino correcto, rectificar. Puede ser que esta ciudad me vuelva optimista militante, o simplemente que viendo el país desde lejos recupere la esperanza y postergue las preguntas sin respuesta: ¿Qué va a pasar en Ecuador? ¿Cuándo vamos a empezar a ahorrar? ¿Hay plata para ahorrar? ¿Es cierto lo del festival del encebollado?

Ahora son ellos los que me lanzan una pregunta directa al corazón, sobre la cultura en el Ecuador, sobre la gestión del Ministerio de Cultura; quieren saber si funciona, porque han oído que Agricultura y Cultura están en deuda en este Gobierno. Yo respondo con mi habitual respuesta de futbolista, no es buena ni mala... sino todo lo contrario.

Se supone que es un tema para el que sí debo tener respuesta, pero no la tengo. ¡No sé qué pasa en ese Ministerio! Sé que en ocho años ha tenido siete ministros; sé que la semana pasada en Facebook hubo la falsa (¿?) alarma de un octavo; sé que en el año 2009, cuando colaboré con Galo Mora en la organización de la feria del libro, en el departamento jurídico trabajaban tres personas y su agilidad y eficiencia eran sorprendentes, y que la última vez que fui (hace más de dos años) me pareció una colmena y me acordé de Saramago; sé... ¿qué sé? No sé nada, excepto que Ana Rodríguez es la subsecretaria o viceministra y la considero muy valiosa e inteligente, pero no sé nada más.

Ojalá este Ministerio fijara las políticas culturales del país, ojalá interviniera en la aduana, en los correos, ojalá hiciera acuerdos estratégicos con los gestores privados, ojalá...

Pero como siempre, los paraísos son efímeros, el restaurante tiene que cerrar, el vino tiene que parar y aunque el parque Lezama no cierra, el frío hace que el abrazo de despedida sea inminente: Che, llevate mi campera, no queremos que la hija de equivocado se resfríe. (O)