Pedro Páramo, el cacique patrón de un territorio que incluye la población de Comala con sus campos, recibe el anuncio de que los revolucionarios llegarán para despojarlo de sus propiedades y quitarle el poder que malamente ha acumulado. Cuando se encuentra con los alzados, le pregunta a uno las razones de sus actos. El revolucionario confiesa no saberlas y dice que ha tomado las armas porque otros también lo han hecho: “Aguardaremos tantito a que nos lleguen instrucciones y entonces le averiguaremos la causa”, concluye. Pero Pedro Páramo, que conoce la lógica del poder, le repregunta: “¿Cuánto necesitan para hacer su revolución?”.

Al principio, estos revolucionarios se enfrentan con los villistas, que son también revolucionarios. Hay muertos y heridos en ambos bandos. Pero Pedro Páramo cree que siempre hay que aliarse con los poderosos y así instruye a Damasio, su lugarteniente: “Hay que estar con el que vaya ganando”. Entonces se transforman en villistas. Urgidos de más dinero, el patrón insta a Damasio al asalto y al pillaje: “¿Para qué crees que andas en la revolución?”, le espeta. Y lo manda a saquear a los ricos. Sucesivamente, los revolucionarios serán carrancistas, estarán con Obregón, andarán sueltos y serán gobiernistas.

Hace sesenta años fue publicada la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y en el mundo todavía se sigue leyéndola y estudiándola con admiración. Aunque no es un recuento histórico, no se la entiende sin el contexto dramático de la revolución en México. En la literatura mexicana abunda la visión de aquel proceso como una catástrofe nacional que acarreó innumerables sufrimientos, especialmente para los más humildes. De niño, Rulfo fue testigo directo de esos desastres, por lo que Nuria Amat considera a Rulfo como un “hijo de la guerra”. Leída en este momento, ¿qué enseñanzas extraemos de Pedro Páramo?

La pequeña novela está construida tanto por lo que se dice cuanto por lo que se deja de decir, lo que queda insinuado entre los silencios que pueblan el texto. Es un libro en el que los personajes conviven con ruidos, voces, rumores, ecos y sombras –hasta con “eco de las sombras”–, y habitan un sitio fantasmal donde no se sabe quién está muerto y quién está vivo, donde los muertos actúan como vivos y los vivos como muertos. Es una novela crítica del poder económico y político conquistado a punta de ilegalidad; de la desgracia de la violencia política; del anacronismo del cacique, machista insaciable que somete a los otros.

Esta gran novela trata sobre la mala sangre que corre por las venas de quien solo busca más poder: Pedro Páramo es “la pura maldad”. Comala, el pueblo donde sucede la narración, no queda lejos de nosotros, pues, reciclados en el tiempo y en el espacio, los vicios y los sufrimientos de sus pobladores son también los nuestros. Comala es un territorio agriado por un poderoso que domina la vida de todas las personas del pueblo, especialmente las mujeres, y que acomoda la ley a su antojo. Gabriel García Márquez consideró que “Pedro Páramo es la novela más bella que se ha escrito desde el nacimiento de la literatura en español”. Bella, sí, y cuestionadora. (O)