El próximo 10 de agosto se cumplirán 9 años del fallecimiento del padre Pepe.

Miembros de la comunidad se aprestan a recordarlo y celebrarlo como aprendieron a hacerlo cuando jóvenes eran parte del coro, de las comunidades de base. Hoy, convertidos en padres y madres de familia, programan para el 9 una convivencia en el campo, en casa de uno de sus miembros.

La celebración y el compartir la palabra del evangelio, el pan y el vino de la amistad serán las estrellas del encuentro donde se recupera la voz de todos, hombres, mujeres, niños, adolescentes, mayores, a quienes Dios habla en los afanes cotidianos, en las preocupaciones por las enfermedades y congojas económicas y en la paz de todo amor sincero.

Muchos serán de la partida. Con regocijo alistan, además, comida, cantos, juegos. Desde ya hay alegría y emoción en los rostros, entusiasmo por sentir la voz que habla al corazón en los encuentros y da sentido a la vida y a la muerte.

En momentos en que se realiza en el país la marcha indígena que dentro de sus demandas tiene como mandato el respeto al Yasuní y los derechos de la naturaleza, es bueno releer parte de un artículo del padre Pepe que fue publicado el 16 de septiembre de 1990 en EL UNIVERSO.

“La tierra: la diferencia de concepción de la vida y la apreciación sobre la función de la tierra es fuente de una de las mayores injusticias que cometemos con el mundo indio. Para nuestro sistema, la tierra es un simple medio de producción, un capital, un artículo que se compra o se vende. Para el indígena que se siente hijo de la tierra-madre, ella es la base de toda su cultura; la tierra es la fuente de su subsistencia, la raíz de su organización familiar y comunitaria, el lugar de su relación con Dios…

“Los pueblos indígenas mantienen con la tierra una relación mística; la consideran como su madre a tal punto que sienten que no son ellos quienes poseen la tierra, sino que esta los posee. Más aún, que ellos son tierra. Es por ese motivo que en sus comunidades se encuentra que tiene hacia ella un inmenso respeto de carácter ecológico y sagrado… De aquí se sigue que el despojamiento de sus tierras de cualquier manera que se lleve a cabo significa para ellos su desaparición como pueblos”.

En el mismo periódico recuerda un poema de Remigio Romero y Cordero:

Al indio anónimo
Eras tierra, pasión, memoria, mito,/ culto en la danza y fiesta en el sustento.

Pero ellos te imputaron el delito/ de ser otro y ser libre como el viento.

Te hicieron colectivo anonimato/ sin rostro, sin historia, sin futuro,/ vitrina de museo, folclor barato,/ rebelde muerto o salvaje puro.

Y, sin embargo, sigues siendo, hermano,/ ojos-acecho al sol del altiplano,/ huesos-murallas en los tercos Andes,/ raíces-pies en la floresta airada,/ sobreviviente sangre congregada/ por todo el cuerpo de la Patria Grande.

Hoy en día, a pesar de las declaraciones de respeto a la naturaleza, el petróleo del Yasuní se explota “porque falló el mundo”, la minería a cielo abierto con la consiguiente contaminación de aguas y suelos tiene luz verde y las movilizaciones indígenas se leen desde el ámbito del poder como una ilegal amenaza al “orden constituido”. (O)