Los gobiernos que han justificado su ascenso y permanencia en el poder sobre la base del fracaso del “sistema” hoy son víctimas de él. La década de abundancia que prohijó que el populismo es historia. Estados Unidos ya no es el cuco y los empresarios han dejado de invertir porque nadie tiene capacidad de comprar sus productos por la inflación que golpea a muchos gobiernos que colocaron las excusas como el cimiento sobre el cual erigieron sus largos reinados.

Hoy tocan su fin. Desgastados, incoherentes, contradictorios, con huelgas y manifestaciones, como las que hicieron muchos para alcanzar el poder, y viendo un deterioro enorme de la calidad de vida de varios países. A los rigores económicos se suman los números de la delincuencia que han convertido a países completos, como Brasil, en referencias de un genocidio recién descubierto por muchos en el mundo. 54 mil asesinatos por año en ese país y miles en las calles de Caracas, Managua, Quito o La Paz. La realidad está pasándoles la factura luego de más de una década de pretender hacer la gran revolución en nombre de la gente que hoy teme caminar por sus calles y no tiene capacidad para comprar los productos ofertados. Argentina es una vidriera de ese fracaso. Un país rico y referencial por mucho tiempo, se vino abajo desde 1930 y los Kirchner han terminado por acabar de darle otro cachetazo a una nación cada vez más cerca de la expresión de “inviable”.

El discurso de las excusas externas se acabó y la mirada debe ser profunda y autocrítica hacia adentro. Ahora empezarán las voces de quienes desencantados o decepcionados se volverán contra los gobiernos construidos sobre los fracasos de los otros. Ahora los fracasados son ellos y deben cargar con las consecuencias de haber perdido una década en acciones que desgastaron profundamente a las instituciones y promovieron a su paso una democracia participativa que comienza a pasarle la factura al sistema erigido.

No fueron tan originales tampoco. En especial si uno compara con los gobiernos que los antecedieron y fundamentaron su razón de ser. Excluyentes, clasistas, resentidos, divisivos. Son algunas de las características comunes sobre las que se hicieron estos gobiernos que tuvieron la fortuna de una economía con viento de cola que permitió proyectar un bienestar no sostenible en el tiempo. La economía de los commodities se acabó, las inversiones chinas corren peligro, la suba de las tasas de interés en Estados Unidos a anunciarse próximamente hará que de nuevo las remesas tan degradadas por los gobiernos populistas tengan que sostener sus economías en una clara y abierta contradicción con el discurso nacionalista que sostuvo durante años a estos gobiernos.

La bonanza económica llenó de excusas externas sin hacer la tarea para adentro. Ahora comienza la más difícil tarea para varios países: administrar la decadencia de un sistema que luchará con todas las armas legales e ilegales para mantenerse en el poder. Algunos no descartan el uso de la fuerza y la confrontación entre hermanos como telón de fondo del fin de una década de excusas y de agravios. (O)