Una vez más asoma la ilusión: ¿seremos capaces de aprender mejor y convertir en vivencia la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) en nuestro país, que tanto la necesita?

La reciente visita del papa Francisco, algunas de sus exposiciones públicas y la inicial respuesta alborozada y sentimental de muchos destinatarios de sus palabras alientan la esperanza.

Así como hicimos reuniones de estudio de los documentos del Concilio Vaticano II, a poco de concluir, en lo que se llamó el “Postconcilio”, y luego con los extraordinarios de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Medellín, que explicaron cómo debíamos aplicar aquellos a nuestra realidad continental, creo que ahora nos toca profundizar, sacar lecciones, proponer soluciones concretas y realizar acciones de cambios positivos, a partir de los mensajes que preparó y nos acaba de regalar Francisco, no solamente a los católicos sino a todos los ecuatorianos.

Es tiempo de repasar sus dichos, realizar la lectura personal y mejor grupal de sus exposiciones, pues así, entre varias personas, suele ser más fácil descubrir el sentido cabal y los objetivos de sus afirmaciones, a la vez que pueden encontrarse mejores maneras o medios para trasmitir los desafíos que nos ha planteado, enfrentarlos y poner en práctica las acciones que se decidan.

Para ayudarnos, Celca, el Consejo Ecuatoriano de Laicos Católicos, en un folleto que ya debería estar en manos de usted, ha publicado: El saludo al llegar al país, las homilías en el Parque Samanes y en el Parque Bicentenario, las exposiciones en los encuentros con los educadores, con la sociedad civil y con el clero, así como el discurso que no leyó en El Quinche.

Por su parte, diario EL UNIVERSO, en su edición del 24 de julio de 2015, en una página, nos ha entregado un importante material para acercarnos certeramente a tres de los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad, didácticamente explicados, en ese orden, por los monseñores Antonio Arregui, arzobispo de Guayaquil; José Mario Ruiz, arzobispo emérito de Portoviejo, y Valter Maggi, obispo de Ibarra. Le sugiero que conserve esa página y la relea detenidamente.

Hace unos días, en una entrevista, recordando a Francisco, expresé que esos tres principios no nos son extraños, pues suelen manifestarse en la convivencia de las familias sanas. En su seno hay gratuidad porque no se cobran ni alimentos, ni vestido, ni educación o vivienda; hay solidaridad entre sus miembros por las alegrías o tristezas que se presentan; y, aflora la subsidiariedad cuando uno de sus miembros, necesitado de algo, encuentra quien lo apoye y ayude a solucionar su problema.

Necesitamos ser mejores y procurar que nuestros entornos familiares, laborales, barriales, sociales y políticos también lo sean.

Sin formación, convicción y voluntad de cambios positivos y sostenibles, todo queda en ilusión. Esa es mi preocupación.

¿Habrá muchas o pocas personas que se decidan a estudiar, adoptar, promover y actuar conforme la DSI?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)