El 25 de julio se cumplió el septuagésimo cuarto aniversario del combate naval de Jambelí. Los ecuatorianos nos inclinamos reverentes ante la tumba del comandante Rafael Morán Valverde, que guarda sus despojos mientras su espíritu navega serenamente en medio de la rosa de los vientos, guiado por la brújula del honor nacional proclamando nuestra soberanía territorial, y legada por la espada invicta de Sucre en Tarqui y por la pluma de Pedro Gual en el Tratado de Guayaquil de 1829.

Los ideales, ha dicho Cicerón, “son los motores de la historia, testigos de los tiempos y maestros de la vida”. Fueron estos principios los que inspiraron el valor marino y la fe en la desigual contienda de Jambelí (25 de julio de 1941) contra el secular adversario, hasta cubrir con victoriosos laureles nuestra tricolor bandera orgullosamente izada en el barco cañonero Abdón Calderón, como una ofrenda a la gloriosa tradición de nuestra Armada Nacional. La heroica hazaña del combate de Jambelí mantiene encendida la llama del civismo que ilumina al vencedor de Jambelí comandante Rafael Morán Valverde, cuya alma fue devuelta al Creador y su nombre está grabado en nuestros corazones. (O)

Víctor H. Rodríguez Roditi, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil