Cada vez más, quienes utilizamos las redes sociales, sea Facebook, Twitter, YouTube u otra, nos encontramos con una situación que se repite y ha convertido en mínimo común denominador: violencia, agresión, irrespeto, menosprecio, juzgamiento y crítica.

Si bien la libre expresión nos permite a todos manifestar nuestros diferentes pareceres respecto a tal o cual tema, no por aquello debemos caer bajo soslayando las normas de educación, aquella que recibimos de nuestros hogares y fuimos reforzando a través de los años de vida. Es verdaderamente lamentable el toparse frecuentemente con comentarios cargados de odio, insultos, lenguaje procaz y demás. La exposición de un argumento para sustentar algo debe hacerse con sapiencia, tolerancia y respeto, controlándonos ante la presencia de algún individuo que justamente desee provocarnos para que caigamos en lo mismo. Lo caballero se lo demuestra siempre, no solo en lo real sino también en lo virtual. Y a propósito de esto, provoca hasta vergüenza ajena leer ciertos mensajes de damas, que parecieran provenir de arrabales de quinta categoría. Ante la efervescencia política, deportiva, religiosa, etcétera, siempre habrá posturas encontradas, pero qué gusto da el participar en foros en los que la sabiduría, tolerancia y respeto priman ante todo. Creo que el debate, la discusión y la contraposición de ideas son necesarias, ya que aportar con conocimientos es fundamental para la consecución de objetivos, resolución de problemas o simplemente alternar argumentos. Pero al mismo tiempo la expresión libre y democrática es la mejor oportunidad para demostrar quiénes somos, cómo pensamos y qué clase de educación hemos recibido. No caigamos en la provocación originada por los famosos “trolls”, y hagamos de las redes un espacio para compartir sanamente, adquirir nuevos conocimientos e interactuar con altura y mesura. (O)

Ronnie Magrin Huerta, Guayaquil