En 1961 se cerraron las embajadas de Cuba y Estados Unidos en La Habana y Washington, al romperse las relaciones diplomáticas entre ambos países. Las palabras del presidente estadounidense de entonces, el general Eisenhower, hicieron pensar que sería por poco tiempo: “Es mi esperanza y mi convicción que en un futuro no demasiado distante será posible volver a encontrar el reflejo de la histórica amistad en relaciones normales de todo tipo”. Sin embargo, pasaron 54 años antes de que la bandera cubana aparezca en el corazón de Washington, en un gesto simbólico de gran fuerza en el proceso de normalización de relaciones. En gesto recíproco, aunque la Embajada de Estados Unidos en La Habana se abrió el mismo día, la bandera será izada con la presencia del secretario de Estado, John Kerry, el 14 de agosto.

Aunque persisten importantes diferencias entre los dos países, como el bloqueo, cuyo fin depende del Congreso de Estados Unidos, y la devolución del territorio donde está ubicada la base de Guantánamo, por un lado, y la situación de los derechos humanos y la solicitud de Washington de extraditar a algunos fugitivos de la justicia estadounidense, por otro, la apertura de las sedes diplomáticas es una muestra clara de la voluntad de ambos países de iniciar una nueva era en sus relaciones, lo que tendría el significado de respeto mutuo a diversas formas de concebir la organización del Estado y cambiará el panorama político de la región. (O)