El pontífice de la Iglesia católica vino a América Latina escogiendo tres países periféricos. La denominación vino del Vaticano y no de una confabulación secreta desde el centro contra los marginales. Lo dijeron muy claramente y nuestros líderes lo asumieron. La gran pregunta es ¿si ya saben dónde estamos, por qué se empeñan en no asumir el reto de salir de la periferia y ubicarse en el centro del desarrollo? ¿O debemos concluir que los gobernantes también son periféricos y no pretenden ni ellos ni la gente que los rodea salir de dicha condición?

El trabajo que hay que hacer no es poco. Dicen que somos más desiguales que África y que por ese continente no hay pocos que dicen que habría que evitar “latinoamericanizarse”, como nosotros decimos no deberíamos “africanizarnos”. En realidad, lo que requerimos es hacer las cosas para estar en el centro. Muchos de los países que hoy están ahí también fueron periféricos por un largo periodo de su historia. Trabajaron duro para salir de esa condición y lo lograron. Los tigres asiáticos son una prueba contundente. Educaron a sus pueblos, no los llenaron de miedos; cuando lograron una base sólida, hicieron lo que la economía del momento les reclamaba y hoy son naciones prósperas. Ustedes se imaginan a Lew Kwan Yew, el arquitecto de Singapur, quejarse de conspiraciones misteriosas, amenazando con quedarse más tiempo del que debía... se marchó 25 años antes de fallecer, luego de afirmar que su capacidad de conducción ya no era la que su país requería. Entre nosotros la cosa es al revés. Se cambian leyes, se somete a la justicia, se proscribe la libertad de expresión, se amenaza, se multa, se exilia y además el gobernante amenaza con cambiar la Constitución para ser reelecto in eternum, lo único seguro por ese camino es la periferia eterna.

No saldremos de ese espacio mientras no comprendamos la lógica del desarrollo. Si el cínico gobernante se sigue quejando de los resultados de su incompetencia y culpando a cualquiera de su fracaso, la periferia seguirá siendo el lugar donde nos encuentre la realidad. La vieja técnica de identificar un enemigo, establecer un problema y sincretizarlo en la corrupción constante, puede servir por un tiempo para engatusar a algunos pero claramente no logrará el desarrollo ni el progreso.

Hemos desafortunadamente equivocado los caminos. Siempre creímos que gobiernos largos eran necesarios para lograr consolidar las reformas. El de Lew Kwan Yew fue uno de ellos, pero lo que vemos entre nosotros es que la longevidad de un régimen no garantiza que vivamos mejor. El rito electoral sin evangelio democrático es una falacia. Una mentira. Un mecanismo finalmente que solo consigue mantenernos en el peor de los subdesarrollos: el que nuestros gobernantes saben ciertamente que estamos pero disfrutan de mantenernos en dicha condición, por eso la gente grita en la calle su descontento. (O)

Siempre creímos que gobiernos largos eran necesarios para lograr consolidar las reformas. El de Lew Kwan Yew fue uno de ellos, pero lo que vemos entre nosotros es que la longevidad de un régimen no garantiza que vivamos mejor.