La agresión como forma de relacionamiento es una constante. Desde las cavernas para acá. Queremos predominar venciendo al enemigo, haciéndolo polvo, poniéndole el pie encima y lanzar un grito a lo Tarzán... Se utiliza cualquier recurso para justificar lo que queremos, lo que pensamos. Lo que nos favorece.

Y así ponemos a nuestro servicio, al servicio de nuestras creencias y nuestra ideología, lo mejor que la humanidad ha ido aprendiendo a lo largo de siglos. Textos, cultura, espiritualidad, hasta los datos económicos. Tenemos una habilidad extraordinaria para camuflar realidades puras, simples.

Triunfar a como dé lugar lleva a cometer obscenidades en juegos de la Copa América y luego se celebra como picardía y en las redes sociales se multiplica la foto poniendo otras cabezas, para burlarse de otras personas.

Una de las utilizaciones que nos encuentra más indefensos es la idea que tenemos de Dios. Los yihadistas matan en nombre de Dios... Más vale ser ateo...

Pocas personas osan contradecir al predicador gritón que, Biblia en mano, pide a los pasajeros del bus que lean en voz alta el versículo que él señala.

Utilizar los textos del papa Francisco en edificios públicos, para aparentemente abonar en una propuesta política, es otra forma de manipulación. Porque no se dice todo. Sería bueno también citar algunos párrafos de la última encíclica que hablan del respeto a la naturaleza, de cómo nosotros somos tierra que camina, habla, piensa, ama, pero tierra y que hay que respetar muestra casa común. De la relación profunda que hay entre todo lo que existe y cómo no se puede en aras de necesidades económicas sacrificar el medio ambiente que nos alimenta a todos. Quizás los yasunidos podrán hacer el trabajo de completar algunas citas. Y ver si logran que se coloquen en edificios públicos...

Da mucho trabajo escuchar, todos tenemos serias dificultades para hacerlo, nos encanta “ganar”.

Por eso como estamos muy cerca de la visita de Francisco voy a tomar un párrafo de su última carta que me pareció particularmente relevante en las condiciones actuales, políticas y sociales del Ecuador, donde las agresiones verbales, gestuales, físicas comienzan a hacerse normales y la guerra de informaciones y contra informaciones nos sumerge en el descrédito de cualquier opinión que no sea semejante a la nuestra y en el despeñadero de los ataques personales.

“Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente”.

Y en nuestro caso añadiría del cuidado de la sociedad, de los más pobres y necesitados entre nosotros, a quienes el clima de constante enfrentamiento y polarización deja sumergidos en el desconcierto, el resentimiento y el odio.

Recuperar la cordura es tarea prioritaria y escuchar todas las voces es parte del camino para lograrlo. Es urgente aprender a pensar por nosotros mismos, para no bailar al son de la música que nos ponen creyendo que nosotros la elegimos y somos los protagonistas del baile. (O)