Me atrevo a escribir estas líneas dirigidas de manera directa al presidente de todos los ecuatorianos.

Una vez más diré públicamente que voté por usted y creí en su visión respecto de los cambios importantísimos que necesitaba este país. Pese a no identificarme con algunos principios de su campaña, pues jamás he sido un hombre de ideología de izquierda; me sentía en la necesidad de apoyar el cambio generacional y el remezón que usted propuso para un Ecuador que lo pedía a gritos. Eso fue hace casi 9 años.

En todo este tiempo que lleva en el poder, he visto cómo esas ideas por las que le entregué mi voto se han ido transformando en acciones alejadas del discurso de campaña. También he lamentado cómo ese discurso ha excluido y maltratado a ciudadanos que, al igual que yo, nos atrevimos a disentir.

Incluso, en lo personal, fui sometido a humillaciones en varias sabatinas, por el solo hecho de haber expuesto mi opinión en esta columna.

Sin desconocer los aciertos de su gestión, que también he comentado desde este espacio, son muchas las decisiones con las que no he estado de acuerdo; y sin embargo, respetuoso del juego de la democracia, he seguido guardando la esperanza de que se rectifique en todos los órdenes.

Mientras tanto, he visto cómo la discordia se apodera de las instituciones y las personas. He presenciado cómo se atropellan derechos apoyándose en una supuesta legitimidad que otorgan las urnas.

El camino recorrido obedece a una ideología que no comparto, pese a lo cual, de haberse adoptado medidas concretas en pro de la seguridad jurídica y la confianza en el sistema, el debate se hubiera mantenido en el plano de las concepciones.

Lamentablemente, se ha recurrido, de lado y lado, a la ofensa y al miedo, como métodos para imponer una visión única del país que queremos. Visión única que NO existe ni debe existir. Usted repite tanto que somos un país diverso; pues entonces respete esa diversidad que no solo se traduce en las razas, culturas y especies, sino también en la opinión que siempre debe fluir en libertad.

Le reitero públicamente que mi vocación democrática me impide adherirme a tesis contrarias a las que contemplan la Constitución y la ley. En mi opinión, no deberíamos darle cabida a ninguna opción que suponga repetir viejos errores, pero al mismo tiempo, debo aceptar que no se debe abusar de la tolerancia de la gente.

El panorama político del país no es el mismo de hace más de 8 años cuando usted empezó su mandato. Las circunstancias han cambiado y la disposición de las personas también. Usted lo sabe. Las calles no mienten. Se rompió el encanto; el país cambió.

Confío en que aún estemos a tiempo para rescatar el proyecto común que se llama Ecuador.

Entonces, señor presidente, le hago un llamado público a la cordura, a la rectificación y a la paz. Comience usted dando muestras de su buena voluntad, concediendo una tregua que permita bajar el tono en ambos bandos. Su ejemplo vale más que mil cadenas estatales, que solo alimentan el cansancio de la gente. Si usted comienza, serán miles los que lo sigan, porque los ecuatorianos queremos trabajar y vivir en paz.

Recuerde que somos 14 millones de ecuatorianos, y que TODOS somos pueblo, con igualdad de derechos. Tan ecuatorianos como usted.

Recuerde que aquí la prioridad es la patria, no el proyecto político ni la revolución ciudadana, que aunque se han empeñado en tratarla como si fuesen lo mismo, no lo son.

Reaccione, presidente... (O)