A raíz del escándalo surgido en días pasados cuando el Departamento de Justicia de los Estados Unidos acusó a varios dirigentes y empresarios relacionados con el fútbol, muchos se aventuraron a señalar que la FIFA, el organismo rector del fútbol mundial, debería ser catalogada como una de las más corruptas instituciones en el mundo, con mayor razón si se toma en cuenta que la referida organización tuvo ingresos por cinco mil setecientos millones de dólares en el lapso comprendido entre 2011 y 2014, una enorme suma de dinero manejada con hermetismo y a puertas cerradas por los dirigentes de la FIFA, lo que ha permitido que en los últimos años se origine una serie de sospechas y conjeturas en torno a las directrices de dicha institución.

Como era de esperarse, el caso de la FIFA tiene también ramificaciones políticas, lo que comprueba la estrecha relación entre el poder y el fútbol (y como prueba, un detalle menor: la costumbre en los últimos tiempos de ligar la transmisión de los partidos de los campeonatos nacionales a través de los canales oficiales). Resulta irónico advertir la forma como el presidente ruso, Vladimir Putin, defiende a capa y espada a Joseph Blatter, presidente de la FIFA, bajo la insinuación de que Estados Unidos está intentando abusar de su poder judicial con el fin de afectar la celebración del Mundial de Fútbol en el 2018 en Rusia, sin percatarse de que la razón por la que interviene el sistema judicial estadounidense en el caso de la FIFA es debido a que la red de corrupción denunciada dependía enormemente de las instituciones financieras de Estados Unidos para que la trama pudiera funcionar.

En todo caso, la denuncia de corrupción no terminó de pasarle la factura completa a Blatter, quien el día de ayer logró su reelección como presidente de la FIFA por quinta vez consecutiva; a propósito de Blatter, el diario español El País señalaba que todavía se debe determinar si Blatter, a sus 79 años, es un “capo di tutti capi o un abuelo despistado con tendencias de bufón”, el cual no se ha enterado durante los 17 años que ha presidido la FIFA de que ha estado rodeado de pícaros y ladrones, lo cual, por supuesto, termina siendo muy improbable. Sin embargo, es tal el poderío del dirigente suizo y es tan sólida y extendida la estructura de adhesión cimentada a base de prebendas y estímulos, que consiguió la reelección ante la retirada de su contendiente.

En la denuncia presentada en Estados Unidos hay un párrafo entero dedicado a los dineros que podrían haber recibido las distintas confederaciones sudamericanas de fútbol (entre ellas la Ecuatoriana), todo esto vinculado a la red de corrupción, siendo todavía prematuro sostener el fundamento de tal denuncia, aunque hay quienes piensan que eso es solo la punta del iceberg. El día de ayer, Blatter pidió a los dirigentes de fútbol que se constituyan en ‘árbitros’ de su gestión, lo que seguramente originó más que una sonrisa apretada entre sus fervorosos seguidores, a fin de cuentas en 111 años de existencia de la FIFA, la institución ha tenido solo ocho presidentes. Fútbol, política, dinero, corrupción, o puro marketing como alguien diría. (O)