Que no han cambiado nada en las últimas décadas, igual que la estructura social, económica y política que los produce y mantiene:

1. Informalidad: Irrespeto por los compromisos de palabra y por los acuerdos que organizan la vida social. No se limita a los obreros y artesanos. Se extiende a los profesionales universitarios y se expresa mediante la modificación arbitraria de los contratos iniciales y el incumplimiento de los plazos. Su fundamento es la débil inscripción de la ley en nuestra cultura, la facultad de “enmendarla” a conveniencia, y la inconsistencia habitual de sus autoridades representantes.

2. Incultura de servicio: Descortesía, mala calidad, apatía y desinterés por las necesidades de los clientes. Antes era característica de la burocracia oficial. Ahora es más frecuente en almacenes particulares, donde los dependientes “nos hacen el favor” de prestar atención. Es un milagro que nuestros comercios prosperen y no hayan sido “tragados” por los negocios de los colombianos inmigrantes. Los consumidores nos hemos malacostumbrado al maltrato y solamente lo percibimos cuando viajamos afuera y comparamos.

3. Pereza intelectual: Para usar el pensamiento propio y preferencia por el uso de la palabra que ya nos viene preformada desde el otro, para celebrar o insultar. Abandono de cualquier texto cuando encontramos una palabra que nos invita al diccionario. Delegación cómoda del “uso de la palabra” y de la escritura en aquellos que tienen fama de oradores, para discurseos que habitualmente se limitan a la repetición de clisés y lugares comunes. Veneración de nuestra intelectualidad criolla sin lectura, análisis ni interrogación.

4. Novelería: Apasionamiento por lo viejo cuando aparece con nuevo disfraz y rechazo por la originalidad auténtica. Encantamiento fugaz con la novedad aparente, que en el plano político reproduce la permanente repetición del ciclo encantamiento –romance– desencanto y defenestración. La novelería actual de la “revocatoria del mandato presidencial” sin argumento ni alternativa, es un buen ejemplo. Aún nos tientan los espejitos y los collares de colores.

5. Individualismo: En el peor sentido, aquel que no estimula la superación propia y solamente obstaculiza la ajena y la colectiva. Su recurso es la viveza criolla y su escenario cotidiano son las filas en los bancos y supermercados, y el oportunismo criminal en el tráfico. Salvo expresiones aisladas e infrecuentes, en general somos una sociedad insolidaria e incapaz de organización propia y duradera para el bienestar comunitario. Cada uno busca su provecho personal y mezquino, ejerciendo su pequeña cuota de poder personal.

6. Autocomplacencia & autocondescendencia: Estamos básicamente contentos con nosotros mismos, no nos autocuestionamos, no toleramos la crítica y a quien no le guste cómo somos, “que le vaya bonito”. Al mismo tiempo demandamos comprensión y compensaciones porque “somos pobres y vivimos lejos”. Nuestro indemne y mojigato narcisismo nacional siempre justifica nuestros fracasos culpando al otro.

7. Pasivoagresividad: Expresión colectiva de lo que algunos psicólogos llaman “personalidad pasivo-agresiva”. Somos aparentemente buenitos, pacientes, hospitalarios y soportamos los abusos del poder “con cara de anunciar la venida del papa”. Pero guardamos el garrote bajo el poncho para convulsionar periódicamente, tumbar gobiernos, escandalizar y gozar del odio fratricida en este bipolarizado país. El insulto y la amenaza –no la palabra– constituyen el lazo social que organiza las relaciones entre los ecuatorianos.(O)