Mañana se conmemora un año más de la muerte de Jaime Roldós, el 24 de mayo de 1981, será como entonces, domingo.

Ese domingo en que había un importante partido de fútbol. Muchos ecuatorianos estaban en el estadio y, probablemente, muchos más seguían el partido por la radio y la televisión, cuando la noticia de que el avión que transportaba al presidente y su esposa no había llegado a su destino porque había sufrido un accidente recorrió el país. A partir de ese momento, los ecuatorianos estuvieron pendientes de las noticias, con la esperanza de que se rectificara lo que querían que fuera un error. Pero no lo fue. Se buscaba información adicional y se transmitía solamente música sinfónica que se consideraba adecuada. Curiosamente, después del primer impacto, el partido de fútbol siguió y terminó en un empate.

El 29 de abril de 1979, el binomio Roldós-Hurtado ganó las elecciones con el 62% de los votos y el 10 de agosto del mismo año inició su gobierno. En su discurso de posesión, Roldós expuso lo que sería su plan de gobierno, anunció que pondría énfasis en el cambio económico y social, que contribuiría a la consolidación de la democracia, y afirmó que “la democracia formal no es suficiente, la verdadera democracia no existe sin la organización y movilización social”. La política exterior se basaría en el diálogo sin arrogancia, pero sin permitir abusos porque había que hacer respetar la igualdad política de los estados. Insistió en que la fuerza del cambio (lema de su campaña) haría revivir la esperanza, sin odios, ni revanchismos.

Un año y nueve meses después reafirmó su compromiso de lograr los cambios con la fuerza del derecho, y dijo: “Hay que partir del pueblo y sus posibilidades para adoptar las medidas económicas y del pueblo y sus necesidades para adoptar las medidas sociales”. Y llamó a expresar el amor a la patria, cumpliendo nuestros deberes. Un punto destacado de este discurso fue el reiterado compromiso de respetar los derechos humanos, tema repetido en sus intervenciones y en sus propuestas como la Carta de Conducta, por la cual los países andinos declararon “el compromiso solemne de que el respeto de los derechos políticos, económicos y sociales constituye norma fundamental de la conducta interna de los estados del Grupo Andino y que su defensa es una obligación internacional a las que están sujetos los estados y que, por tanto, la acción conjunta ejercida en protección de esos derechos no viola el principio de no intervención”.

Son frecuentes las alusiones a las propuestas de Roldós, a su estilo respetuoso con partidarios y adversarios. Se menciona con orgullo su llamado internacional al respeto de los derechos humanos y, sin embargo, su legado político tanto en sus propuestas programáticas como en su forma de entender el ejercicio de la autoridad no se tradujo en una búsqueda sostenida del poder por parte de sus coidearios. Quizás esta experiencia repetida entre los ecuatorianos es lo que impide el desarrollo de nuestra democracia, porque como el mismo Roldós sostenía: “La verdadera democracia no existe sin la organización y movilización social”. No basta el líder. (O)